EL SHOW DEBE CONTINUAR de la película Mouling Rouge
Calderón de la Barca tituló una obra suya como "La vida es sueño". Hoy posiblemente hubiera escogido la "vida es un espectáculo"; que es, a la postre, a lo que se ha reducido nuestro vivir. La clase, y digo bien: clase política, nos despierta cada día con nuevas charlotadas que se superan con el paso del día. La cosa va de a ver quién dice la mayor barbaridad y de cómo podemos llamar la atención de los espectadores votantes.
Los medios de comunicación y audiovisuales se rompen la cabeza para sorprender con el más difícil todavía, que dirían en el circo. Y ahí están, ofreciéndonos la vida privada de los personajes mediáticos, haciendo entrevistas que menoscaban la dignidad de las personas y mostrando imágenes que debieran molestar a cualquier persona inteligente. No importan los destrozos que ocasionen, porque el espectáculo debe continuar.
Uno se sonroja y duda de la buena fe de tanto eclesiástico cuando les oye mentir descaradamente desde el púlpito al mismo tiempo que le rezan a su dios. Tanta patochada aguantará sus actos de fe, pero no la razón. Así se nos va la vida, aguantando a equilibristas y domadores de fieras que nos ofrecen espectáculos bochornosos todos los días para el regocijo del personal.
Se nos decía que el fútbol era el pan y circo actual con el que se mantenía entretenida a la gente. El espectáculo ha superado los espacios de ocio para instalarse en todos los ámbitos de la vida. La sangre y la indignidad caminan de la mano para el entretenimiento y pasatiempo del espectador, que permanece así expectante a la nueva elevación del listón de la mediocridad. No importa que la puesta en escena sea zafia y ramplona, porque lo importante es que supere lo insuperable, para llamar la atención. Sin más.