Quizá tú también sirvas en algún lugar desconocido, haciendo solamente cosas comunes, y otros tal vez lo consideren un desperdicio. Pero Dios no desaprovecha nada. Todo acto de amor hecho en su nombre tiene consecuencias eternas. Todo lugar, por pequeño que sea, es terreno santo. La influencia va más allá de las acciones y las palabras importantes. Puede ser un simple asunto de servicio humano: acompañar, escuchar, comprender una necesidad, amar y orar. Esto convierte el deber diario en adoración y servicio.
El apóstol Pablo desafió a los colosenses: «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús» y «de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia» (Colosenses 3:17, 23-24). Dios lo ve todo y se deleita en nuestro servicio.
La manera de lograr mucho para Cristo es servirle de todas las formas que podamos.
(Nuestro Pan Diario)