Fue hace ya tres años cuando leí El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, el anterior libro de relatos de Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975) y mostré en el blog mi entusiasmo por él (ver AQUÍ). Después apareció su novela El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, y pensé en leerlo, pero por una cosa o por otra, por los avatares propios de un lector que quiere abarcar demasiado, la dejé pasar. Y quizás, me percato ahora, creo que he identificado a Pron, de una forma infundada, más como un escritor de relatos que como un novelista.
Cuando vi en el facebook de Ernesto Calabuig -escritor y crítico de El Cultural, que había reseñado muy positivamente el libro unas semanas antes– que iba a presentar La vida interior y entrevistar a Pron en la librería Rafael Alberti de Moncloa, me apeteció ir. En la siguiente foto, correspondiente al día de la presentación, se me puede ver en el margen inferior izquierdo, de perfil, con barba y la mano en el mentón:
De entrada he de señalar que La vida interior de las plantas de interior es un libro más corto que El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan: trece cuentos frente a dieciocho. De las reseñas que han ido saliendo de este nuevo conjunto de cuentos (aunque deberían empezar por la faja: “Patricio Pron es un audaz escritor cuya voz es única”, dice Daniel Alarcón), me llama la atención que muchas insisten en esa idea de la voz única, como el mismo Calabuig en El Cultural: “Patricio Pron narra con la autenticidad de quien apela y sacude al lector desde una voz absolutamente propia”, cuando en muchos momentos es evidente la filiación de estos relatos con los de Roberto Bolaño. La obsesión de Bolaño por el escritor como protagonista de sus historias está presente en las narraciones de Pron, así como la asunción romántica de la derrota de todo arte: “Los tres te miran con desconfianza. ‘Se asoma al abismo’, dices, casi sin aliento. ‘Se asoma a las fauces del puto abismo de la literatura’, murmuras para ti temblando”, escribe Pron en la página 28, en una escena donde se está describiendo la deliberación de un jurado de un premio de cuentos de provincias. La referencia al abismo es puramente bolañesca, pero no en menor medida que la imagen del protagonista temblando al defender una postura literaria (los personajes de Bolaño se asoman constantemente al abismo y tiemblan; tras catorce años acabo de releer Los detectives salvajes hace apenas unos días). La composición de algunas frases en Pron, por ejemplo al presentar alternativas para describir a los personajes (donde una de ellas suele ser la de un asesino), y después apuntar que el personaje puede contener todas las imágenes propuestas, se parece a lo que hacía Bolaño:
“Siempre pensaron que Marechal era un poco raro, como si en Bélgica se pudiese ser sólo ‘un poco’ raro y no un santo o un asesino de cuidado, sin términos medios”, escribe Pron en la página 95 de este libro.
“Las fotos enseñan a un joven alto, rubio, con el cuerpo de un atleta y la mirada de un asesino o un soñador o ambas cosas a la vez”, escribe Bolaño en La literatura nazi en América.
El recurso que emplea Bolaño en los cuentos de Llamadas telefónicas al llamar a los personajes por una única letra mayúscula (A le dice a B…), lo emplea también Pron en este libro. También usa Pron otro recurso de Bolaño: el de describir sueños o películas, que acaban funcionando como microrrelatos dentro del cuento.
Me hizo gracia también que en la charla en el Alberti entre Calabuig y Pron, el primero le preguntara al segundo por un detalle que parece conectar algunos de sus cuentos de La vida interior: hay dos mujeres en cuentos diferentes que comen puré de patatas deshidratado. Reflejo aquí una de esas referencias en uno de los cuentos de Pron: “Un día ella compró veinte kilos de puré de patata deshidratado; esa noche le dijo que era más fácil de cocinar, que así ahorraba tiempo” (pág. 55). En el cuento Compañeros de celda, Bolaño escribe: “Comía muy poco, se alimentaba únicamente de puré. Una vez entré en la cocina y vi un saco de plástico junto a refrigerador. Eran veinte kilos de puré en polvo. ¿No comes nada más?, le pregunté. Ella se sonrió y dijo que sí, que a veces comía otras cosas, pero casi siempre en la calle, en bares o restaurantes. En casa resulta más práctico un saco de puré, dijo”, págs. 137-138 de Llamadas telefónicas.
En realidad, no me parece mal ni inapropiado que Pron tenga a Bolaño como maestro; en realidad creo que ha elegido a un gran maestro, y seguramente la mayoría de los cuentos de Pron me gusten tanto porque los dos compartimos la admiración por Bolaño, pero me apetecía hablar de ese concepto tan complicado de adquirir que es la voz única.
Voy a empezar por los cuentos que menos me han gustado de La vida interior: hay dos narraciones, El cerco y Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido que pese a su corta extensión son corales. En ellos, el narrador posa su mirada sobre personas encadenadas por el azar de su vida, el primero, o por una prenda de ropa, el segundo, que me han parecido demasiado formales, propios de un taller de literatura. La explicación, un cuento sobre un accidente de tráfico y los personajes involucrados, sobre el antes y el después del accidente, también me ha parecido demasiado mecánico, otro ejercicio de taller de literatura. Cincuenta y cuatro veces, en el que el narrador es el perro de Pablo Picasso, tampoco me ha gustado demasiado. Me ha parecido que su contenido moría en su propia esencia de ocurrencia chistosa.
Y quedan nueve cuentos que sí me han gustado mucho. Nueve cuentos que justifican la inversión que hice en el libro y que me confirman algo que ya pensé al leer El mundo sin las personas…: que Pron es un escritor de talento muy dotado para el cuento. Dentro de estos nueve cuentos podría hablar de dos bloques: los que hablan de escritores, que podrían ser casi autobiográficos, y los que hablan de personas solas (siendo en todo caso la soledad en la ciudad moderna el tema principal de todo el libro). En el bloque de los cuentos sobre escritores se encuentran: Un jodido día perfecto sobre la Tierra, con un trasunto del propio Pron ejerciendo de jurado de un premio literario; Diez mil hombres, donde el juego autobiográfico apenas se oculta: “Algunos años atrás publiqué una novela llamada El comienzo de la primavera que ganó un premio” (pág. 59); Trofeos de amantes que han partido, sobre dos aspirantes a escritores y el mundo de los blogs literarios, que me ha hecho reír bastante; y Algunas palabras sobre el ciclo vital de las ranas, acerca de un aspirante a escritor que casualmente pasa a vivir en el piso de abajo del escritor que admira, que posiblemente sea el que más me ha gustado de estos que enumero. En el bloque de los cuentos sobre la soledad encontramos: En tránsito, sobre una pareja que vive su amor en la distancia, un cuento elegante y triste; El nuevo orden de la última lluvia, sobre una actriz porno en Europa (una idea muy bolañesca de nuevo); Algo de nosotros quiere ser salvado, que es un cuento muy a lo Julio Cortázar y que acaba siendo una variante de un cuento de O’Henry, muy triste y bien trazado; Rododendro, Tradescantia, Tillandsia, Bromelia, acerca de la soledad de una vendedora de plantas, el paso del tiempo y los sueños rotos; y La cosecha, sobre un actor porno al que detectan sida y que se escapa a Brasil, con un interesante final abierto.
Así que, de trece cuentos, me han parecido bastante logrados nueve de ellos, lo que sin duda constituye un ratio más que notable para un conjunto de relatos; y aunque El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan tuvo más capacidad para sorprenderme, La vida interior de las plantas de interior me resulta, en gran medida, una constatación del gran talento de Pron.