La vieja escuela: Get The Gringo. Serie B auténtica o el cine que pasa mientras miramos en otra dirección

Publicado el 05 febrero 2013 por Esbilla

Nos encanta hablar de la serie b. Estamos tan entretenidos intelectualizándola que cuando la tenemos delante ni la reconocemos. Nos perdemos entre facsímiles y versiones prefabricadas del material auténtico. Looper no es serie b, solo busca aparentar la versión estilizada y moderna de una idea sobre la serie b. Tampoco lo es Los Mercenarios, un placer culpable diseñado, de encargo. No lo es Tarantino, no. Ese juega en otra liga, lo suyo es apropiacionismo, transmutación de la materia fílmica, actualmente en diálogo ácrata con la historia.

Todas ella ellas y otras tantas están en clave de b, pero no son b. Son transitivas, no permanentes. Usan una serie de ideas espiritualmente asociadas a la noción de lo b como enganche para un espectador que demanda una serie de emociones auténticas asociadas de manera subliminal a ese mantra: serie b.

La serie b se murió a finales de los 50 para renacer como concepto, algo mucho más abstracto, fascinante y abierto. Desde entonces pasó por distintos estados de producción, prestigio y reivindicación. Hoy está asociado a una autenticidad old school que identifica una manera de hacer, de expresarse, de contar, de posar…en realidad una imagen vaciada. Con el pulp pasa lo mismo, quizás porque es otra idea en gran parte gemela de lo b y en parte porque ambas se mezclaron a conciencia en sus años de esplendor.

Las dos son espíritus ahora, genios listos para ser embotellados o reproducidos en plástico o cualquier otro material seriable. Cuando de pronto los pulp o lo b reaparecen en formas cercanas a sus parámetros originales nos quedamos descolocados. No somos capaces de procesar esas versiones tan puras. Y cuanto mayor es el grado de pureza más extrañamiento nos producen. Demandamos formas nostálgicas consumibles e inofensivas, no drogas duras.

¿Puede ser esto una explicación a porque un producto tan adictivo como Get the Gringo ha pasado desapercibido? También puede serlo el espantoso Vacaciones en el infierno con el cual alguna lumbrera lo rebautizó al español, también. Como sea. La película ha tenido tanto aquí como en Estados unidos un estreno limitado. Tonio Alarcón informa en su reseña para Dirigido –y que esta película aparezca da fe de que al revista permanece inquieta- que Gibson, productor, decidió estrenarla en los USA por el método de “pago por visión”, un sustitutivo contemporáneo del “directo to video”. Lo cual señala que este tipo de cine tiene un acomodo cada vez más dificultoso y una carrera comercial basada en el azar.

¿Cómo ver Get the Gringo si no sabes de su existencia? Pues ahí entramos los juntaletras. Pierre Bourdieu en una excelente reflexión entrono a los mecanismos televisivos editada por Anagrama como Sobre la televisión habla de “la circulación circular de la información”, la cual produce una homogeneización de la misma. Es decir, que todo el mundo termina pro tratar los mismos temas porque los ha tratado o sabe que los va a tratar el de enfrente. Nos volvemos endogámicos, como los caballos tenemos visión de túnel y se nos escapa todo lo de alrededor.

Hace poco oía a Diego Salgado en el programa radiofónico El Rayo Verde hablar de algo similar en referencia al sorprendente fenómeno Holy Motors. También Jesús Palacios comenta siempre el hartazgo de someterse  a un programa estable ciclo de estrenos y fenómenos y reivindica el derecho del escritos o del crítico de fabricarse su mapa personal del cine presente. Tan vasto que siempre me ha parecido un presunción de mal gusto eso de dar lista de lo mejor de tal o de cual. Nuestro conocimiento es demasiado parcial como para algo así.

Los críticos solo tenemos una responsabilidad, pero es tremenda. Tiene que ver con la elección y con la memoria. Señalamos lo que se olvida, lo que permanece, lo que se rescata y lo que hay que ver. Pero a la vez no podemos verlo todo, así que al final solo hacemos intentos. Si todos contamos lo mismo, si anteayer era Holy Motors, ayer Tabú y hoy Django Desencadenado, mañana ya nos habrán sobrepasado un montón de películas que no hemos visto ni podemos apartar del olvido porque estábamos mirando a donde todos miran, a la vez, con una sola voz que suena en distintos tonos.

Y al final terminé intelectualizando que es lo que demandaba evitar. Get the Gringo es “the real thing” y no una “mal versión del amor” parafraseando una canción de Pulp. Es ficción pulp de primera categoría, clásica, bruta y zafia. Es Black Mask a colores rodado hoy, en un contexto contemporáneo. Chulesca, hiperviolenta, cinética y desbarrante. Una fantasía spillanesque con un gringo salido de no se sabe donde haciéndose con el control de la prisión más peligrosa de México solo con su ingenio.

Un buscavidas norteamericano termina tras una espectacular huida por dar con sus huesos en la pintoresca y babilónica cárcel de El Pueblito, literalmente lo que su nombre indica, dirigida desde dentro por un mafioso enfermo que busca un riñón de repuesto. Allí tendrá que arreglárselas para sobrevivir con su ingenio al tiempo que protege a un muchacho e intenta recuperar su botín. Entre el apócrifo del Paker de Richard Stark y la versión macarra de Cosecha Roja, o de Yojimbo o de Por un puñado de dólares, con la acción y el antihéroe trasladado a esa antesala del Infierno que en el imaginario USA es la frontera mexicana. Un territorio mítico, excesivo, colorista y pantagruélico donde todo es posible. Gibson suda carisma en el personaje. Es encantador, mezquino, lacónico y cínico. Pero como los duros del noir barato y del eurowestern italiano también es un héroe; uno interesado y amoral, claro

A veces se pasa de tebeística y a veces se acerca a modelos inmediatos como Tropa de élite, sintetizando sin vergüenza ninguna el hiperrealismo de cómic, la abstracción delirante del spaghetti-western y el verismo semidocumental. En principio dos lugares opuestos de una línea expresiva que mezclan gracias a la presencia como aglutinante de la serie b.

El rodaje en una auténtica cárcel de Veracruz, el equipo de soberbios actores mexicanos, el uso desembozado del español, en banda sonora y diálogos, y la textura de la imagen le dan a la película un extra de autenticidad que Adrian Grunberg usa en su favor, matizando con ello al entraña hiperbólica y delirante del relato; tan inverosímil como adictivo.

Get the Gringo mejora cuando se concentra sobre sui misma, cuando es más consciente de su bajo presupuesto, de su ajustado metraje y de su espíritu b. La localización central de El Pueblito es una geografía fomidable, al tiempo sinuosa y claustrofóbica. Grunberg apura en ese entorno la concisión del relato, la vibración de la puesta en escena, brillante con lo justo de llamativa, de planificación siempre clara y resolución musculosa  -se nota su aprendizaje junto al Gibson director en Apocalypto-, punteada por una voz en off que lo mismo sirve para acelerar la narración que para contrapuntear con ironía hard-boiled.

Aunque la mejor solución de puesta en escena se encuentra fuera de El Pueblito: un par de sicarios norteamericanos del mafioso al cual Gibson robó el dinero torturan a los  policías corruptos mexicanos que lo atraparon en la frontera. A uno de ellos le cortan un dedo con una tenazas y justo en el momento del corte Grungber empalma el plano con el del capó rojo de su Mercedes nuevo por encima del cual se deslizan unos dedos que pertenecen a otro sicario, este del padrino que controla la prisión desde dentro y que inmediatamente va a proceder a ejecutar a todos los anteriores. Un prodigio de elegancia y economía expresiva, perfecta fusión de estética y narración.

Get the Gringo no es serie b porque lo anuncie, lo es porque lo necesita. Es una película honesta, contundente, que se adapta a sus posibilidades. Corta, directa y con un punto de abstracción necesaria. Cine anti-intelectual que no se justifica, ni alardea.