Sin embargo, sabemos que, históricamente, en todas las épocas y culturas, la mujer ha ocupado un estrato de segundo orden en el entramado civil, público y privado. Ha estado sometida y considerada casi una esclava, un ser sin entidad social ni jurídica. Tal vez, contribuyó, desde el principio, la conciencia colectiva por la que el hombre sabiéndola superior, amparado en los largos periodos de gestación y en su fuerza física decidió relegarla. En ello y en todo el pensamiento occidental, ha pesado sobremanera el relato del Génesis que responsabiliza, de la transgresión y consecuente expulsión del Paraíso, a dos figuras femeninas: Eva y la serpiente. La E.M. y el Renacimiento imaginaron al perverso animal con rostro de mujer e incluso, un busto de abundantes senos (así, las Biblias Ilustradas “Díptico de la tentación” de Hugo van der Goes s. XV). Ambas son las causantes de la desgracia, una seduce, es la tentadora, la otra se deja tentar; representan la desobediencia en la historia, la penuria y la debilidad; y el hombre, un ingenuo e inútil, que se deja arrastrar, como dice san Pablo.
La mujer ha soportado la postergación social, hasta que ya no aguantó más. Pero, sigue sometida. En la interacción humana, continúa el sometimiento del macho bruto. Este terrible goteo de muerte y sangre al que, atónitos, asistimos a diario, no es soportable ni permisible. Las medidas existentes se comprueba, que son insuficientes. La sociedad ha de reflexionar, detenerse y adoptar las medidas necesarias para cortar este río de sangre de los malos tratos y la violencia doméstica. Esta masacre violenta es una de las más fétidas lacras sociales. Son muchos ya los crímenes y se calculan dos millones de mujeres que viven, sometidas y atemorizadas, en el maltrato. Habitualmente, coexisten diferentes tipos de violencia en una misma relación conyugal. A veces, el maltrato comienza con el control y desvalorización de la mujer. Es decir, la violencia contra las mujeres no es un acto puntual, sino un proceso que se va instaurando y cronificando en el tiempo.
Se precisa prevención y educación, protección y defensa de las víctimas y sanción ejemplar al agresor. Muchas han caído pese a la orden de alejamiento y tras haber denunciado el hecho reiteradamente. Hay que aumentar la dotación económica y policial, sin recursos estaremos en la misma situación.
C. Mudarra