La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo
Publicado el 04 noviembre 2016 por Kovua
Vuelve
a Medellín, en los turbulentos años 90 en el que las drogas y los sicarios iban
de la mano, vuelve para recordar lo que para él un pasado mejor, también para
poner punto y final a una vida y cerrar asi el círculo de su existencia. Esta es
parte de la razon por la que Fernando, un escritor, homosexual y crítico,
decide volver a su Colombia natal, la otra razón de su regreso es que quiere
conocer de nuevo el amor. Debido a ello se adentra en la casa de un amigo el
cual le presenta a Alexis, un joven de diecisiete años el cual será amante y
proctetor a partes iguales.
En
la relación que tienen ambos surgen diferentes problemas, entre ellos la
violencia del lugar, irreductible e injusticiable debido al miedo y al silencio,
por un simple hecho, el molesto sonido de la radio del taxista, este le
descerraja a balazos, cumpliendo así los deseos de su recién acogedor patrón,
ambos huyen de la escena dejando el cadáver. Este hecho se perderá en la
memoria y en la historia, será otro muerto más.
El
autor de la novela, Fernando Vallejo, expone la dura situación que se vivía en
aquellos años en los que los asesinatos eran algo a lo que estar acostumbrado,
escuchar disparos era el pan de cada día y de cada noche, también de los de Pablo
Escobar, al igual que la violencia hacían de aquel lugar un oscuro lugar al que
ir para que acabaran con uno, como desea el protagonista de esta historia. En
la narración, una primera persona descarnada, crítica, violenta y realista,
descubrimos a través de los ojos del escritor su vivencia en aquellas calles de
casas superpuestas, una encima de otra, de ruido a todas horas y en todas
partes; en los taxis o en los edificios en los que resuena la música a todo
volumen como para no oir los disparos que llegaban inesperadamente. Su forma de
expresar el horror, con una voz propia, nos introduce en las profundidades
oscuras de las iglesias, de la sangre y el dolor, todo a su paso por la ciudad
de Medellín, también las opiniones sobre la situación política del país en
aquellos años a través de la televisión satirica y precisa, por último la
trasfondo de la novela, la propia ciudad carga la historia de un curioso
amor-odio a todo lo que circula por sus calles, desde los ciudadanos hasta la
arquitectura de los edificios con los que se cruzan. En definitiva una novela
oscura, cruda, crítica con todo y con todos, narrado de forma original que nos
mueve por un lugar en el que el dolor, la pena, la injusticia y por extensión
el pesimismo nos muestra la verdad sin artificios de aquellos años de violencia
y muerte.
Recomiendo
esta novela a todos aquellos que quieran saber sobre los años violentos de
Colombia, también para aquellos quieran saber sobre el mundo de los sicarios y
las reglas que seguían en aquel entorno hostil. Y por último para aquellos que
quieran descubrir como se puede narrar estos terribles hechos con una voz
original y singular.
Extractos:
«El pelao debió de entregarle las
llaves a la pinta ésa», comentó Alexis, mi niño, cuando le conté el suceso. O
mejor dicho no comentó: diagnosticó, como un conocedor, al que hay que creerle.
Y yo me quedé enredado en su frase soñando, divagando, pensando en don Rufino
José Cuervo y lo mucho de agua que desde entonces había arrastrado el río. Con
«el pelao» mi niño significaba el muchacho; con «la pinta ésa» el atracador; y
con «debió de» significaba «debió» a secas: tenía que entregarle las llaves.
Más de cien años hace que mi viejo amigo don Rufino José Cuervo, el gramático,
a quien frecuenté en mi juventud, hizo ver que una cosa es «debe» solo y otra
«debe de». Lo uno es obligación, lo otro duda. Aquí les van un par de ejemplos:
«Puesto que sus hermanos se enriquecen con contratos públicos y él lo permite,
también el presidente debe de ser un ladrón». O sea, no afirmo que lo sea,
aunque parece que lo creo. Y por parecer creer no hay difamación, ¿o sí,
doctor? ¿Por tan poca cosa se puede uno ir a la cárcel cuando nos están matando
a todos vivos? Y «debe» a secas significa que se tiene que, como cuando digo:
«La ley debe castigar el delito». ¡Pero cuál ley, cuál delito! Delito el mío
por haber nacido y no andar instalado en el gobierno robando en vez de
hablando. El que no está en el gobierno no existe y el que no existe no habla.
¡A callar!
Editorial: Alfaguara
Autor: Fernando Vallejo
Páginas: 128
Precio:16,00 euros