La virtualización de la realidad

Publicado el 14 enero 2013 por Esther


   

“Cuatro años más”. Este tweet del presidente de los EEUU, Barack Obama, tras su reelección el pasado 6 de noviembre, ha sido el más leído del año 2012 con más de 810 millones de retweets y más de 300 mil marcaciones como favorito.

Además de revolucionar el mundo de las comunicaciones, el uso generalizado de Internet parece llamado a afectar en profundidad a casi todas las dimensiones de la vida social: la economía (donde las innovaciones han obligado incluso a acuñar el término de new economy), la educación, el ocio y el entretenimiento, la política y las interacciones sociales en general.

El fenómeno de las redes sociales ha sido uno de sus efectos más llamativos; una epidemia imparable en la que millones de personas de todo el planeta se interconectan y comunican alrededor de un entramado virtual que entretiene y devora, seduce y engancha. “Cada día se contabilizan 900.000 post de blogs, 50 millones de tuits, más de 60 millones de estados en Facebook y 210 millones de e-mails”, explica Dominique Cardon, sociólogo del Centro para la Investigación de los Movimientos Sociales. 

 El país se estremece al hilo de una maraña de mensajes y tuits, de foros de debate y nuevos líderes de opinión. El individuo crea las relaciones y de las relaciones surgen un infinito número de movimientos políticos, educativos, ecológicos, económicos, de reivindicación, de protesta, de disconformidad con el sistema. El movimiento de los indignados (15M) en busca de una democracia real y cercana o el movimiento 25S “ocupa el Congreso” son una  muestra del poder de las redes, unas redes que reflejan la situación dramática del país y su decadencia económica, tal y como lo demuestran las palabras más buscadas del año; “trabajo”, “huelga”, “crisis” y “Rajoy” en Facebook y “Bankia”, “Prima de riesgo” y “Reforma Laboral” en Google. 

 Las relaciones que nos unen, los sentimientos que experimentamos, los estados de ánimo, las frases que nos definen, nuestros datos y fotos personales, todo a golpe de clic. Con redes sociales como Facebook, Youtube, Twitter, Linkedln o Myspace, la palabra privacidad se diluye, quedando anclada en las vitrinas de otro tiempo. El muñeco verde me indica que estás en línea, un emoticono sonriente me hace cómplice de tu alegría, una simple frase en tu estado me indica cómo te sientes o hacia dónde te diriges. Se teje un movimiento colectivo de gran envergadura en el que cada ser humano se siente acompañado a distancia, fenómeno conocido por los expertos en la materia como “ambient awareness”

Parece que si no vives conectado, no existes. Ningún acontecimiento importante escapa a los ojos de unos gigantes alimentados de cables y deseos de visibilidad. Porque anhelamos ser vistos, ser envidiados, estar interconectados, ser reclamados, sentirnos vivos tras la pantalla. En esta poderosa forma de comunicación la transparencia no parece tan importante, mezclada la vida real con una pomposa artificialidad, mostrándonos en nuestros momentos más gloriosos, destacando los éxitos personales, jamás hablando de los fracasos, una auténtica puesta en escena en la que podemos ser a la vez protagonistas y testigos, cómplices y antagonistas. Se echa de menos un tiempo no tan lejano, en el que no existían los teléfonos móviles ni las redes sociales y los amigos eran de carne y hueso. Un tiempo en el que se tomaban las decisiones cara a cara, se lloraba en unos brazos, se comprendía un gesto, se hacían más difíciles las excusas. Un tiempo en el que las palabras de amor se decían mirándose a los ojos, los mensajes no tenían faltas de ortografía ni anglicismos innecesarios y todas las verdades y todas las mentiras se quedaban guardadas en la memoria, ajenas al gran público, confidencias compartidas en un círculo pequeño, anónimo pero tuyo. Ahora te hace falta un perfil digital,  cientos de amigos a los que jamás conocerás, contactos que no merece la pena conservar, exponer una vida entera al universo para sentirte parte de algo más. Me pregunto si la imagen que damos de nosotros al mundo es la correcta, la que nos define y nos prolonga ante los demás. Me agobian las descontextualizaciones que se hacen tan a la ligera, la virtualización de los sentimientos, la vulnerabilidad a la que estamos expuestos, la reputación que nos acompaña, los malos entendidos. Los más reticentes nos acabaremos acostumbrado. Poco a poco iremos conectando… pero sin perder la humanidad y la magia de lo cercano.