Me gusta el cine de M. Night Shyamalan, y ninguna de sus películas se me ha hecho insoportable (incluso me gustó La joven del agua y El incidente), de hecho alguna es un mito del terror contemporáneo ("llamadme rebelde si queréis"), por eso no dudé en ir a ver , su última contribución a la industria del celuloide. A grandes rasgos os lo dejo claro: me gusto; pero con peros, valga la redundancia.
La visita infunde respeto con muchas de sus escenas, pequeños e inofensivos golpes de autoridad que demuestran que Shyamalan sabe cómo provocar miedo. El recurso de la cámara en mano, no obstante, hubiera sido prescindible, y creo que la cinta hubiera funcionado mejor con una grabación normal. Se nota, además, la mano de Blumhouse Productions, con esos toques satánicos y esas escenas inquietantes. La visita transgrede la normalidad, margina lo real, para crear una atmósfera de desconfianza, y lo consigue, a lo que ayuda, sin duda, un gran acierto en el montaje y la elección de las localizaciones. Sabe lo que quiere contar y cómo lo quiere contar, y no hay ningún reparo como espectador en reconocer su identidad, su estilo, que vuelve a aflorar con todos sus pros y sus contras.
A favor, aparte de lo ya comentado, La visita cuenta con una historia que interesa, donde el director indio, que no se cansa de repetirlo, mezcla el terror o lo fantástico con las emociones, con los sentimientos; en este caso, una historia familiar, de abuelos que aún no han conocido a sus nietos, de hijos abandonados por su padre; todo con una inspiración a lo Robert Bloch muy conseguida. También hace gala de unos efectismos que, aunque manidos, están ejecutados con una elegancia y una precisión que se agradecen. No menos importante es el plantel de actores, donde destaca especialmente (y muy a mi pesar) el niño Ed Oxenbould, que con sus 14 años ya ha tomado parte en 6 películas. Buen futuro le auguro.
En contra, cuenta con la manía incontrolable de Shyamalan del giro inesperado, que viene a ser su denominación de origen. Es un vicio personal, adoro estos giros, pero alguien debería decirle al director de El sexto sentido que nunca quedan tan bien como en esta última, y que meterlo con calzador puede hacer que el guión se resienta, y mucho, como sucede en La visita. Si me quiero rascar un testículo, lo puedo hacer, pero luego no puedo decir que no me picaba. Pues más o menos, suceso arriba suceso abajo, es lo que sucede en La visita. Cuestionable, también, el protagonismo que adquiere el personaje interpretado por Oxenbould, que acaba contagiando a los mequetrefes de la sala unas risas que invadirán sin motivo alguno las escenas de terror. En este sentido, la cinta sufre, pues la calibración de los registros emocionales se desboca, y la gente termina por reírse con lo que debiera estar asustada.
La visita es buena, pero al terminar no puedes dejar de pensar que es terror mainstream: sufrirás este hecho durante toda la película y, cuando la sala encienda sus luces, se te confirmará.
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