Los mercados, léase especuladores sin rostro y sin alma, pero con miles de millones de euros para desestabilizar el mundo en unos pocos segundos parece que la han tomado en las últimas horas con España e Italia. Intuyo que la situación es grave porque se han encendido todas las luces de alarma en la Unión Europea y los políticos se dejan ver estos días con un gesto taciturno que amenaza tormenta. Sin embargo, en la calle no detecto una inquietud especial ante lo que parece ser una coyuntura crítica. Creo que nuestro nivel de decepción y frustración ha alcanzado su nivel máximo, y a estas alturas de la película estamos ya tan tocados que nos nos importa ir a peor porque tenemos la convicción plena de que resulta imposible. Alimentar a la bestia, es decir a la ideología más conservadora y neoliberal, tiene consecuencias y la primera de ellas es que te devora cuando le has dado el último bocado que te quedaba. Mucho me temo que después de este vértigo, provocado con fines bastardos, nos colarán como receta para superar la adversidad nuevas reformas del mercado laboral, más recortes sociales, privatizaciones en masa, rebajas salariales y así hasta el infinito. Es lo que tiene aliarse con tu enemigo natural. Nunca te da tregua. Ni siquiera en agosto.