Luego empieza ya una amalgama de influencias de todo pelaje: intensidad sónica enmarañada donde caben ritmos de piano como los que inician algunas canciones de los Coldplay, pero también influencias folkies, dubstep, canciones de acampada, bandas indie de todo pelaje como los Foals o los Atlas: bandas que son lo que parecen. Grupos de oyentes stajanovistas de discos que transparentan desvergonzadamente influencias tan dispares que acaban siendo mezclas originales. Como niños jugando a mezclar los restos de las bebidas mientras los adultos nos entregamos a la sobremesa.
Algo ha visto la industria en ellos que no ha visto en otros: su disco suena firmemente como candidato a un no por decadente menos significativo Mercury Prize: premio de la industria británica del disco que no siempre se ha decantado por apuestas comerciales y acomodaticias. Sus vídeos (incluso justo ése que alguno criticará que yo inserte aquí) no son los de cuatro aficionados con dos cámaras y el Filmmaker Pro pirateado de un amiguete.