La vuelta a casa – Por el Diego

Por Rutinacortadaacuchillo @RCACoficial

La tarde después de una interminable jornada laboral. La noche asomaba ante los edificios de la estación. Algunas monedas en el bolsillo y el colectivo detenido frente a la cola de pasajeros inquietos.

A veces la víspera a la llegada a casa es tan venturosa como la llegada en sí, tan así como la de los amores que esperamos con impaciencia, siempre que este sea correspondido.

Al subir al transporte me encuentro con un chofer poco amable, luces de colores, pobres fileteados, asientos agujerados, chismes de señora, aromas a tapizados rotos, mezclado con desodorante de costo austero.

En principio uno coloca las monedas recibe un vuelto insignificante y está destinado a elegir otra vez un asiento entre tantos: están los asientos solitarios ajustados contra la ventanilla para personas que no quieren ser disgustadas con compañeros de viaje; están los del fondo que tienen la propiedad de permitir dormir cómodamente; están también los que se ubican al revés y uno alcanza a ver en el viaje como el paisaje de un mundo se aleja de nosotros.

Se nota a la distancia el reflejo de asientos simétricamente opuestos que en el marco de una ventanilla juntan por esa necesidad de descifrar a una pareja que se mira, distante e indiferente en la realidad que separa el pasillo.

Entre los asientos a elegir se encuentran los individuales esos que no deparan más que un paisaje de luces y ochavas, pero no. Encuentro también entre los ocupados a una austera señorita que lee un libro, gustoso me atrevería a acompañarla, no sin pensar de repente que ella dudaría de mis intensiones al alejar los ojos del libro y ubicar a su alrededor otros entre tantos asientos vacíos que yo pudiera haber ocupado. Así que no, mejor este tampoco.

Tengo también la opción de sentarme en los de a pares que están sin ocupantes todavía, a la espera que el destino o la necesidad de descanso lleve a esa musa a sentarse al lado mío, y por un impulso que no necesitaremos justificar, comentar sobre mis modos, verse atraída por mi semblante, encantarme y homenajearme con comentarios acertados, después de muchas cuadras preguntaré su nombre o solo mas bien imaginaré en ella la persona del otro lado del andén que por una falta de sincronización en el sistema ferroviario la alojó a mi lado, me la mostró el destino con su esplendor y dejo volar mi fantasía enamorada.

O no, quizá nada de eso, solo me suceda la realidad… todo mi viaje me encontrará sin compañera, y mi vuelta a casa se verá traducida por el lápiz que dibuja sobre estas hojas mi inspiración en un nuevo relato.