No quise interrumpir mi loco ciclo sobre el tormento y el éxtasis por la muerte del genial Claude Chabrol, al que dedicaré un post cuando el trabajo y mi cansancio lo permitan.Pero hoy mis palabras deben dirigirse y no pueden dejar de hacerlo al Hombre, al Aragonés. Porque si hubo alguien que pudiese llevar los sustantivo y adjetivo con mayúsculas fue José Antonio Labordeta.Sería difícil para quien, como yo, se ha criado en Aragón y ha crecido aragonés, decir exactamente en que momento entró Labordeta en mi vida. No como a los politicastros, sindiquetas y monarcas que se llenan la bocaza hoy con su nombre.Sé que las primeras canciones que escuché una vez tras otra fueron las del disco de mi padre "Cantes de la Tierra Adentro". Las veces que escuché la Parábola al Modo Brechtiano son incontables.
Después ví, esporádicamente, el programa de televisión que le hizo más famoso para los jóvenes en los 90. "Un país en la mochila". Labordeta recorrió España con una mochila, simpleza y simpatía, de casa en casa, de paisano en paisano, sin hablar con capitostes ni alcaldes. Y mantuvo el programa ocho años en antena.Y en el 2000, cuando llegaba yo a Lisboa, llegaba él al Parlamento en Madrid. Un aragonesista resuelto que, al contrario que otros nacionalistas, no odiaba a España, su país en la mochila, aunque su país del corazón fuese mi Aragón natal. Embaucado por un partido un tanto sórdido, hizo algunos de los momentos más memorables de siempre en la televisión parlamentaria. Una época en la que, en uno de mis viajes de Lisboa a Zaragoza, lo encontré en la estación de Chamartín, frente a mí, en la cola. Con su gorra y su mochila, sacó la cartera y pagó un billete de segunda clase, donde coincidimos en el vagón.Fue ese el político que conocí. No quise conocer ningún otro. Lejos andaba y ando de sus ideas y su partido. Pero la admiración que le tengo incluye la política. Porque sus gritos fueron los gritos de un Aragón que todos, siempre, ignoran. Un Aragón que, entre el olvido de España y la goma de borrar catalana, acabará por desaparecer. Un Aragón que se siente huérfano.
Pero antes, fue el poeta, el hermano de su hermano Miguel, uno de los mejores y pocos poetas que la divinidad ha dado a Aragón. Labordeta cambió la poesía por las letras de las canciones, pero recomiendo buscar lo que hay de él escrito por el mundo.Y antes, el maestro de Teruel que hacía teatro, prestaba libros, educaba, que formó al que ha sido su amigo por encima de todos los credos, Federico Jiménez Losantos que es prologuista de alguno de sus libros. En una ocasión, en la presentación de un libro, cambié dos palabras con Labordeta, al que hice notar mi aprecio y mi distancia política. Él respondió "Mira quien escribe el prefacio... si es que..."; y se encogió de hombros. Parco en palabras como buen aragonés, me dijo que la amistad y el amor están por encima de idioteces y reuniones de vecinos.Y el escritor del que aún hace unos días me llegó, nuevamente por manos de mi padre, el que será su último libro "Regular, Gracias a Dios". Un anecdotário que comienza agradeciendo al personal del Hospital Miguel Servet, prenunciando su dolencia, anunciando el local de su muerte hoy. De su libro hablaré en breve.Hoy me queda recordar lo que significó este hombre para mi patria chica, para mi país. para mí. Verle por la calle era reconfortante, un pilar que me retenía a mi tierra, como lo es entrar en la casa familiar.
El hombre que compuso el Himno de Aragón que nunca quisieron que fuese. Pero el que todos los aragoneses conocemos, porque aún quien no lo sabe cantar, sabe de donde viene y adonde va. Con una lágrima por no poderlo haber entonado hoy en la plaza de San Felipe con mis paisanos, aquí va. El Himno a la Libertad. El que es y será el único himno de Aragón.