Laca

Publicado el 15 noviembre 2016 por José Luis Díaz @joseluisdiaz2
Basta con fijarse en su peinado para comprender que a Donald Trump el calentamiento global y el cambio climático no le importan ni un pelo. Si no es suficiente, recuerden que en la campaña electoral que le ha hecho presidente de la primera potencia mundial y la segunda más contaminante dijo que el cambio climático es un “cuento chino para que Estados Unidos sea menos competitivo”. Es probable que Trump tenga un primo en Dakota de Arriba que le aconseja en estos menesteres y de ahí su supina ignorancia y su desprecio ante un hecho científico que ya no niega ni Mariano Rajoy. También el flamante presidente español tiene un primo que le dijo en cierta ocasión que si diez científicos no eran capaces de predecir qué tiempo haría al día siguiente en Sevilla era de tontos esperar que supieran lo que iba a pasar dentro de 300 años.
Sin embargo, a diferencia de Trump, Rajoy se ha enmendado y ha abandonado el negacionismo de su primo. Ahora incluso es un convencido activista en la lucha contra el cambio climático y hasta va de visita a las cumbres mundiales sobre este asunto como la que se celebra desde hace unos días en Marrakech. La pena es que no tiene mucho que ofrecer al mundo sobre los avances de España en la lucha contra el calentamiento global del planeta. Para desgracia de los españoles y del cambio climático, a sus más recientes ministros de energía y medio ambiente les ponía infinitamente más un buen barril de negro petróleo que un molino de viento o unas placas solares.

El problema es que lo que haga o deje de hacer Rajoy afecta fundamentalmente a los españoles pero lo que haga a partir del 20 de enero Donald Trump va a afectar a todo el mundo. Si mantiene sus promesas – la gran incógnita en estos momentos  – es muy probable que saque a Estados Unidos del acuerdo mundial sobre cambio climático alcanzado hace un año en París. Supondría un golpe mortal de necesidad tras años de laborioso tejer y destejer acuerdos y de poner en común intereses contrapuestos e incluso antagónicos hasta alcanzar un compromiso mundial por insuficiente que parezca.
Con todo, se había dado un paso de gigante al conseguir que Estados Unidos y China, los dos países más contaminantes del mundo, se adhirieran incluso financieramente a este acuerdo que ahora parece contra las cuerdas. El cambio climático es una realidad tangible que escasos científicos niegan ya y que se materializa en datos como el del incesante incremento de la temperatura media del planeta. De esta misma semana es la información según la cual 2016 será el año más cálido desde que existen registros y de eso hace ya cerca de siglo y medio. Algo más de dos siglos llevamos los humanos de los países llamados desarrollados cargándonos a conciencia la casa común de todos hasta situarnos en una situación irreversible frente a la que lo único que cabe hacer es paliar los efectos del daño que hemos causado y seguimos causando a diario.
Que el futuro a medio y largo plazo de la vida en el planeta vaya a quedar en buena medida en manos de un paleto indocumentado es casi aterrador. Por ponerle una gota de humor negro, la única ventaja que le veo es que, con un tipo como Trump promocionando la laca desde la Casa Blanca, cuando toque rendir cuentas tendremos todos la raya del pelo en su sitio.