Lactancia materna

Por Theresaader

Como todos sabemos, la leche materna es el mejor alimento para el lactante durante los primeros meses de vida ya que cubre las necesidades nutricionales para su adecuado crecimiento y desarrollo físico, es considerada el método de referencia para la alimentación y crianza del lactante y el niño pequeño.

Emocionalmente establece un fuerte vínculo tanto a madre como a hijo así como una muy importante relación de apego seguro con su madre, ambos esenciales para un correcto desarrollo como persona independiente y segura.

La leche materna es mejor cualquier otro alimento (leche de fórmula artificial) para la nutrición y desarrollo del bebé durante los primeros meses de vida. Según estudios científicos, existe mayor riesgo de problemas de salud en los niños no alimentados con leche materna, entre los que cabe resaltar un mayor riesgo de muerte súbita del lactante y de muerte durante el primer año de vida, así como de padecer infecciones gastrointestinales, respiratorias y urinarias y de que estas sean más graves y ocasionen ingresos hospitalarios. A largo plazo los niños no amamantados padecen con más frecuencia enfermedades como: dermatitis atópica, alergia, asma, enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal, obesidad, Diabetes Mellitus, esclerosis múltiple y cáncer. Las niñas no amamantadas tienen mayor riesgo de cáncer de mama en la edad adulta. En las madres aumenta el riesgo de padecer hemorragia postparto, fractura de columna y de cadera en la edad postmenopáusica, cáncer de ovario, cáncer de útero, artritis reumatoide, enfermedad cardiovascular, hipertensión, ansiedad y depresión.

Generalmente los recién nacidos tienen una fase de unas dos horas, nada más nacer, en las que se encuentran muy despiertos y activos. En este periodo de tiempo, si el parto no ha sido medicado, la mayoría consigue realizar su primera toma al pecho espontáneamente durante el contacto piel-piel. Después pasan a una fase de sueño (letargo fisiológico, de “recuperación” del parto) que puede durar entre 8 y 12 horas. Durante esta fase no es conveniente forzar al bebé a comer, si se le mantiene en contacto piel con piel, el bebé volverá a tomar el pecho cuando lo necesite.

A partir del primer día de vida lo habitual es que el lactante mame frecuentemente, unas 8-12 veces al día o más y que las tomas sean irregulares y más frecuentes por la noche.

Pero algunos lactantes continúan muy adormilados, piden poco y maman menos de lo que necesitan. En estos casos conviene colocarlos en contacto piel con piel, lo que ayuda a que respondan al olor de la madre y mamen de forma espontánea. En ocasiones, puede ser necesario ayudarlos a despertarse desnudándolos y volviendo a vestirlos, dándoles un masaje rotatorio en la planta de los pies o una suave caricia en la espalda de abajo a arriba.

El principal estímulo para la producción de leche es la succión del niño y el vaciado del pecho, por ello, cuantas más veces mame más cantidad de leche se producirá.  La leche no se gasta, cuanta más toma el bebé, más produce la madre.

Es importante ofrecer el pecho a demanda, siempre que el bebé lo requiera y todo el tiempo que quiera. De esa manera estaremos seguros de que recibe todo lo que necesita, unas veces será alimento, otras calor, cariño o protección.  Los signos más precoces de hambre son el chupeteo, cabeceo, sacar la lengua, llevarse las manos a la boca, etc. este es el momento ideal para ponerlo a mamar. No es bueno esperar a que llore para ponerlo al pecho ya que el llanto es un signo tardío de hambre y no será fácil que se agarre al pecho hasta que se haya tranquilizado.

El recién nacido sano que mama adecuadamente y a demanda, no necesita otros líquidos diferentes a la leche materna. No es necesario ni recomendable ofrecerles agua o suero, salvo si hay indicación médica. Por eso, antes de darle “suplementos”  o cualquier otro alimento diferente de la leche materna es conveniente consultar con el pediatra.

La mayoría de los problemas de lactancia se deben a problemas en  la técnica de lactancia, bien por una posición inadecuada, un agarre no correcto o una combinación de ambos.

Una buena técnica de lactancia evita la aparición de complicaciones como grietas y dolor,  vacía correctamente el pecho y permite una producción de leche adecuada para cada bebé.

De: Asociación Española de Pediatría (http://www.aeped.es/)