En el marco de la #semanamundialdelalactanciamaterna #smlm2020 he estado publicando varios artículos que he escrito a lo largo de estos 11 años de vida del blog.
Para cerrar la semana, he decidido compartir con ustedes cómo fue la lactancia materna de mi quinto hijo Gabriel.
Por ser un niño prematuro, mientras estuvo en Nursería del hospital, lo alimentaban con mi leche pero por medio de sonda.
Recuerdo lo duro que fue ir a visitarlo y saber que no tenía fuerza para tomar directo de mi pecho. Pero, como no era primeriza y producía leche abundante, me podía extraer hasta 7 onzas en pocos minutos.
En la zona de extracción eramos 3 o dos mamás cada turno y, mientras cada una luchaba por sacarse la mayor cantidad de leche para dejarles a nuestros bebés, nos apoyábamos y platicábamos sobre cómo nos sentíamos y los avances de cada hijo. Esa amistad con ellas sigue vigente hasta el día de hoy, casi 6 años después de esos días difíciles en 2014.
Con mis otros hijos usé muy pocas veces el extractor, ya que todos fueron lactancia exclusiva a demanda y podía llevarlos siempre conmigo. Con el paso de los días fui tomando práctica.
El día que Gabriel empeoró y falleció, no me extraje nada de leche. Un mes estimulando la producción no podía terminar tan efímeramente como fue su partida al cielo.
Además del dolor en el corazón por la partida de mi bebé tuve que lidear por el dolor en el pecho, ya que la leche seguía queriendo salir, pero ya no había nadie a quien alimentar.
Recuerdo justo al entrar al cementerio tuve la sensación que mis pechos se llenaban de leche. En otras circunstancias, esto hubiera sido signo de que el bebé ya estaba por pedir alimentarse, que tendría hambre pronto.
En mi caso, el pecho estaba lleno, pero los brazos vacíos. Tuve que esperar varias semanas para que la producción bajara hasta desaparecer, de forma natural. Es increíble cómo el cuerpo, en su sabiduría natural, sigue luchando por alimentar a ese niño. Hasta nuestro cuerpo se resiste a dejarlo ir. Es un dolor inexplicable.
Sin duda la lactancia materna crea un lazo único y fuerte entre madre e hijo. Para quienes hemos experimentado lactancia materna luego de la muerte del bebé, ese lazo no se rompe, sino que trasciende la vida y la eternidad.