Las miradas feministas de la realidad que las Cuerdas y sus innumerables colaboradoras han logrado colocar en el ámbito público, en Guatemala y en la región centroamericana, se sustentan en saberes críticos que replantean las nociones tradicionales de distintas disciplinas que –desde siempre- han intentado justificar la exclusión de las mujeres, negado sus capacidades como creadoras de conocimiento, ocultado sus aportes y descalificado sistemáticamente su palabra.
Las páginas de La Cuerda nos han brindado, en estos primeros quince años, diversas claves del pensamiento feminista que ubica a las mujeres como sujetas sociales, históricas y políticas. Iluminadas por ancestras y contemporáneas feministas, las escribientes de La Cuerda han cuestionado al patriarcado en sus diferentes expresiones, y han develado que ninguna cultura, conocida hoy día, ha quedado a salvo de este orden que se basa en la opresión, la explotación, el despojo y la violencia contra las mujeres.
Una primera clave, imprescindible, ha sido reconocer a las mujeres como actoras y desde esta premisa rescatar del olvido a las antepasadas que, desde tiempos inmemoriales, transgredieron un deber ser impuesto, y cuyo legado se ha plasmado dignamente en Nosotras, las de la historia (Mujeres en Guatemala, siglos XIX al XXI), una producción editorial de La Cuerda que ha traspasado fronteras y que reúne, en más de trescientas cincuenta páginas, nombres, hechos, contribuciones y sobre todo imágenes de las mujeres diversas que conforman la sociedad guatemalteca.
Otro mito develado desde las páginas cuerderas, ha sido el de la sexualidad que aún sigue siendo tabú en una sociedad conservadora, moldeada por siglos de un cristianismo que transforma en pecado todo lo que toca y que ha sido fuente de desdichas personales y de taras sociales que niegan el placer, satanizan el erotismo, criminalizan la diversidad sexual pero al mismo tiempo, y desde un silencio cómplice, poco dicen sobre la prostitución forzada, el abuso y la violencia sexual. Por el contrario, ha sido un desacato mayor que en La Cuerda se digan las cosas por su nombre y se reivindique la sexualidad y el placer.
Bajo la lupa del pensamiento feminista también se ha cuestionado a la democracia y a las instituciones, desenmascarando el doble de discurso que pregona, por un lado, la apertura a la participación y la búsqueda del bien común, pero que en la práctica se reduce a actos formales sin sustento, mientras se niega la condición de ciudadanía plena a la mitad de la población, y se excluye sin ningún pudor a los pueblos indígenas y afrodescendientes.
En esa línea, La Cuerda ha documentado exhaustivamente el accionar político de las mujeres, tanto en Guatemala como en otros países, contribuyendo con ello a desmontar la idea sostenida hasta no hace mucho, desde análisis interesados, de que el movimiento de mujeres no existe porque no se ajusta a sus parámetros conceptuales.
En este breve recuento de los aportes al conocimiento expresados en La Cuerda, debe mencionarse el abordaje que se ha hecho del racismo como un eje estructural en la historia de Guatemala y que permea, incluso, las relaciones entre mujeres.
Asimismo, una visión crítica de la economía que aún se niega a reconocer el trabajo de las mujeres, sobre todo el que se realiza en el ámbito doméstico, como una contribución imprescindible a la sociedad. Y vinculado con esto, se ha colocado en el debate conceptual qué se entiende por familia, y cómo se ha perpetuado un ideal de familia patriarcal que no corresponde con la realidad.
LaCuerda también difunde las creaciones artísticas de las mujeres que desde el teatro, la literatura, la fotografía, la música, la escultura, el cine, la pintura y el diseño gráfico exponen otras visiones y marcan tendencias.
Quince años, ciento sesenta y tres números que ya hacen historia, dan cuenta de la diversidad de las mujeres en Guatemala; en sus páginas se encuentran rostros, voces, imágenes y escrituras de mujeres indígenas, afrodescendientes, mestizas, ladinas, xinkas, rurales, urbanas, luchadoras por el territorio, académicas, artistas, migrantes, forasteras, caminantes, refugiadas, retornadas, poetas, maestras, niñas, jóvenas, adultas, ancianas. Activistas, feministas, lesbianas, heterosexuales, transexuales. Izquierdistas, comunistas, socialistas, apartidistas, normalistas, mujeres con discapacidades, deportistas, madres, abuelas, y muchas más.
Las miradas, saberes y acciones diversas son, sin duda, una marca que distingue a este medio feminista, que esperamos siga dando cuerda.
Por Ana Silvia Mozón Comunicadora y Académica Feminista
Dedicado a la celebración de los 15 años de publicación ininterrumpida del periódico feminista La Cuerda, a sus fundadoras, a quienes han sido y somos parte de este esfuerzo, a quienes siguen La Cuerda, y también a quienes les incomoda.