Que haya sido Podemos y sus confluencias quienes hayan abierto la veda en el debate sobre el control de los medios, no significa que se un anhelo privativo de los de Iglesias. Tradicionalmente, los políticos han buscado la forma de hacerlo con independencia de su color. Si un día llegásemos a ver un legislador vestido de morado, sus intereses nos llevarían hacía los medios comunitarios. Esos que se perfilan con ausencia de carácter periodístico y un marcado perfil propagandístico tan del agrado de los países de su entorno doctrinal. Sin embargo, los de Iglesias no están solos en esto. Recorriendo la paleta de colores de la política española, el azul nos ha mostrado como se puede censurar simplemente con parapetaban a su líder tras un monitor para coartar la independencia del periodista que, sin poder preguntar, solo le quedaba ceñirse al mensaje institucional.
Por último, y antes de cerrar la pantonera del despropósito mediático de la política patria, está el color rojo. Al Partido Socialista esto le viene de largo. Rubalcaba ya propuso regular los medios de comunicación audiovisual, y ahora es Sánchez quien, además de hacer propia la idea de su predecesor, pretende controlar la información con supuestas ayudas de crédito oficial convirtiendo al Estado en el principal acreedor de la prensa escrita. La verdad es que de todas esta es la medida con más capacidad censora. No hay mejor forma de acotar la línea editorial que tener a los responsables de las empresas cogidos por las nominas de sus empleados.
Afortunadamente, los gestos programáticos de los partidos no están para cumplirse, y como no parece próximo el día en que nos gobierne quien sea capaz de decretar el fin de la libertad de prensa, nos toca seguir informando a pesar de los ladridos.
(Este artículo ha sido publicado en el número 63 de la revista “Informadores”, órgano de la Asociación de Periodistas e Informadores de Prensa, Radio, Televisión e Internet; dentro del debate propuesto sobre “Control de los medios, ¿Ética o censura?)