Sola, en su residencia, pasando un acalorado fin de semana de vacaciones, una viuda (Oliva de Havilland) queda accidentalmente atrapada en el elevador de su casa por una falla de energía. Su meticuloso y bien organizado mundo es destrozado cuando el elevador queda paralizado a casi tres metros sobre el piso, convirtiéndose en una claustrofóbica cámara de tortura, en una jaula. Incapaz de escapar, su situación llega a ser desesperante cuando la alarma de emergencia atrae a un enjambre de intrusos aterrorizantes: un alcohólico (Jeff Corey) y su borracha amiga prostituta (Ann Southern); así como a un trío de jóvenes delincuentes (James Caan, Rafael Campos, Jennifer Billingsley) quienes emprenden una orgía de vandalismo gratuito y sádica brutalidad que culmina en asesinato.
“Lady in a Cage” comienza con una secuencia de créditos que presenta más de una semejanza a la realizada por Saul Bass para la cinta “Psycho” (1960), de Alfred Hitchcock, en la cual podemos ver las calles de la ciudad en la cual se desarrolla la historia, las cuales están plagadas de familias que se dirigen a las celebraciones del cuatro de julio. A nadie le importan las cruentas noticias que están siendo transmitidas por la radio, ni mucho menos lo que sucede a su alrededor. Al interior de la residencia Hilyard, la acaudalada viuda Hilyard es tan indiferente como el resto. Al mismo tiempo que la Guerra Fría alcanza un punto crítico, ella se pregunta si debe invertir en el negocio de la armas al mismo tiempo que reflexiona que, “parece una terrible forma de hacer dinero”. Ella pronto comienza a concentrar su atención en su hijo Malcolm (William Swan), quien está por irse de vacaciones durante el fin de semana largo. Ellos se tratan de “querida” y “amor”, y cuando ella acaricia su cara, le realiza un comentario acerca de su perfume, y lo besa demasiado cerca de la boca, quedando en evidencia la relación edípica existente entre ambos. “¿Me dejaste una de tus pequeñas notas de amor como siempre lo haces?”, le pregunta la señora Hilyard a su hijo antes de que este abandone la casa. La verdad es que si lo ha hecho; a sus treinta años, Malcolm ha decidido cortar el cordón umbilical que lo une a su madre mediante una reveladora carta, cuyo contenido solo será revelado en el último tramo de la cinta, y que significará el golpe de gracia para nuestra sufrida protagonista.
Durante el transcurso de la cinta, la tensión solo irá escalando hasta llegar al impactante clímax. Los jóvenes encabezados por Randall (James Caan), no solo se contentaran con destruir la casa y golpear al alcohólico y a su amiga, sino que también se dedicarán a torturar psicológicamente a la cada vez más descontrolada señora Hilyard. Es precisamente durante algunos de los arranques de violencia de los jóvenes, que la película presenta sus momentos más álgidos. Su forma de actuar y pensar plantea la interrogante de si ellos son monstruos o víctimas de una sociedad que los ha ignorado durante toda su vida. Lo mismo sucede con todos los participantes en la historia; ¿son monstruos o víctimas los cientos de personas que pasan por fuera de la casa haciendo caso omiso de la señal de alarma o de los desgarradores gritos de la señora Hilyard en busca de ayuda? Y ella, ¿es una víctima o en verdad es un monstruo que inconscientemente ha destruido la vida de su hijo? La historia refleja a la perfección la incomunicación en la que vivimos, donde reina la individualidad y el egoísmo extremo. En una sociedad regida por los logros inmediatos y la competitividad, uno pocas veces tiene tiempo para detenerse y mirar con calma lo que sucede a su alrededor.
“Lady in a Cage” está repleta de momentos realmente pesadillescos. El guionista Luther Davis construye una historia sencilla que desarrolla los dos lados del mundo que él desea explorar: la cultura versus el caos. En gran medida, la cinta plantea la idea de cómo las personas muchas veces no son mejores que los animales cuando se ven enfrentados a situaciones extremas. Incluso para los estándares actuales, “Lady in a Cage” logra impactar al espectador mediante una historia potente que solo irá empeorando a medida que esta se acerca a su clímax. Se pueden ver algunas dosis de gore al final del film, lo que se suma a la violencia y tortura psicológica que reina durante todo el transcurso del metraje, razón por la cual esta producción estuvo varios años prohibida en Inglaterra. En definitiva, “Lady in a Cage” no es una película perfecta, pero sin duda es una curiosidad cinéfila un poco adelantada a su época, que logra mantener al espectador al borde de su asiento.
* Advertencia: El Trailer presenta algunos spoilers.
por Fantomas.