Lago Albano: ingeniería romana para drenar un volcán

Por Ireneu @ireneuc

El lago Albano

Cuando hablamos de volcanes cercanos a las ciudades, rápidamente se nos viene a la memoria el ejemplo de Nápoles, con el Vesubio en sus cercanías. Sin embargo, en Italia no es el único ejemplo, y la propia capital, Roma, se encuentra con un aparato volcánico a menos de 20 kilómetros de su centro, aunque eso sí, a diferencia del Vesubio, este no está activo y el fondo de su cráter está ocupado por el lago volcánico más profundo de Italia; un lago que dio un susto tremendo a las poblaciones circundantes 400 años antes de Cristo y que dio pie a la construcción de una infraestructura sorprendente incluso para los ingenieros de hoy en día. Se trata del emisario del Lago Albano.

Entrada del túnel

El lago Albano, con sus 175 metros de profundidad, ocupa un conjunto de dos cráteres volcánicos unidos e inactivos, formando una cuenca ovalada de unos 3'5 km de largo por 2'3 km de ancho, situada a 293 m sobre el nivel del mar, si bien las paredes del cráter alcanzan los 949 m en el monte Cavo. Esto, en principio, no lo diferencia en demasía de otros lagos parecidos, pero entre el 23 de julio y el 24 de agosto del año 398 antes de Cristo, un evento inesperado dejó claro que el lago Albano no era nada normal.

Representación de Piranesi (s. XVIII)

Cuentan las crónicas antiguas (Tito Livio, Plutarco, Seneca, Cicerón, Plinio el Viejo y otros) que un día, sin previo aviso, las aguas del lago Albano empezaron a subir sin explicación aparente. No había llovido recientemente y todos los cursos de agua estaban con niveles inferiores a lo normal en aquella época, por lo que el hecho resultaba extraordinario. El agua, si bien subía de forma tranquila, lo hacía rápidamente, pudiéndose ver como lo hacía a simple vista, hasta que llegando al borde del cráter, en la zona más baja del mismo y en la vertiente que daba hacia Roma, rompió el borde que lo confinaba y se precipitó en forma de avenida arrasando todo lo que encontró a su paso. El agua llegó hasta el Tíber, dejando todo un rastro de muerte y destrucción

Entrada embosquinada

En aquella época, los romanos estaban asediando la cercana ciudad etrusca de Veyes, por lo que consideraron el evento un augurio y enviaron a una serie de mensajeros a consultar el Oráculo de Delfos a ver que es lo que les decía. El oráculo, haciendo más alarde de cordura que de precognición, les dijo que hicieran un canal de drenaje en una de las vertientes y desviasen el curso del agua hacia el mar... y que así vencerían a los etruscos (alguna cosa tenia que decir para mantener la clientela ¿no?).

Amarillo: túnel. Azul: zona más baja del cráter

Los romanos, ni cortos ni perezosos, excavaron a 70 metros por debajo del nivel del vaso del lago, un túnel de 1200 metros de largo, 1.20 metros de ancho y dos de alto que con una pendiente de 0.12% atravesaba el cráter del volcán y lo llevaba hasta la orilla del lago, drenando el exceso de agua del lago cuando a éste le daba por variar su nivel por las buenas y llevándola hasta el mar por el camino más corto y menos problemático. Todo un prodigio de la ingeniería que aún hoy funciona y que ha permitido que el lago haya mantenido su nivel sin pasar de los 293 m desde entonces.

1200 m de longitud

El origen de estas subidas repentinas del nivel del agua del lago se han de buscar en el hecho de que si bien los volcanes subyacentes están inactivos, no están extinguidos, por lo que aún existe una cierta actividad volcánica bajo de ellos. Ello hace que hoy día, aún se detecten diversos puntos dentro del lago desde donde se emiten grandes cantidades de dióxido de carbono. Este vulcanismo remanente provoca que, sobretodo ligados a terremotos, se produzcan emisiones de este CO2 y aguas calientes hidrotermales a presión que empujan el nivel del agua hasta el borde -en este caso hasta el drenaje romano- haciendo desbordar el cráter.

Ingeniería romana

No obstante, y para ser exactos, el drenaje romano funcionó hasta 1980, ya que desde entonces se ha producido una bajada del nivel del lago según parece relacionada, no con episodios volcánicos, sino con un exceso de explotación de los recursos hídricos de la zona. Una sobreexplotación de los recursos hidráulicos que, pudiera tener unas consecuencias catastróficas para las poblaciones vecinas, no por falta de agua -como pudiera fácilmente imaginarse- sino que al disminuir la lámina de agua que hace de tapón del cráter, no habría suficiente agua para absorber un aumento inesperado de las emisiones de CO2, pudiendo producir una letal nube de gas carbónico que acabase por asfixiar todo lo que encontrase a su paso... Roma incluida.
En conclusión, los romanos supieron dar una solución imaginativa y práctica a un problema grave que les acechaba y que ha funcionado durante más de 2000 años. Curiosamente, en los últimos cuarenta, cuando más ha aumentado el conocimiento de nuestro planeta, resulta que nosotros mismos nos estamos poniendo en peligro por nuestra inconsciencia.
Posiblemente no hayamos avanzado tanto en los últimos dos mil años.

Salida del Emisario del lago Albano


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