Siempre se enamora de insaciables ojos hambrientos.
Ojos nómadas que, en busca del horizonte perfecto,
pierden de vista lo que desde cerca
les acaricia el pelo.
Como una adicción a su ansiedad por soñar más lejos.
como si pegada a sus botas, pudiera escaparse, con él
a un mundo ideal, con él. A una vida feliz, con él.
Y siempre acaba descubriendo, que él,
es la misma piedra que tortura dulcemente su camino.
Y siempre acaba llorando lágrimas de azúcar.
que caen en su boca como un premio por haber sobrevivido.
Loca, ingenua y atrevida,
su corazón magullado sonríe feliz por haberlo sentido.
Escribe en su diario otro punto final en su vida,
y quitándose el miedo, promete al destino,
que volverá a tropezar con la próxima piedra que ponga en su camino.