Durante esas caminatas interminables por sus montañas hubo mucho tiempo para practicar dos deportes fantásticos: la conversación y la lectura. Practicando el segundo de ellos, me encontré con un cuento de un escritor afgano, Khaled Hosseini, que puso en contexto todo lo vivido esos días y que al mismo tiempo mucho tenía que ver con lo que nos rodea en nuestro “mundo occidental”.
El cuento narraba la historia de un hombre muy pobre que vivía en una aldea. Un día este hombre se encontró una taza mágica. Esa taza poseía la capacidad de convertir las lágrimas en perlas. Pero había un problema; este hombre era muy feliz y nunca tenía razones para llorar. Motivado por las ansias de poseer más dinero comenzó a buscar razones que le hicieran llorar para de este modo poder derramar lágrimas dentro de la taza y hacer que éstas se convirtieran en perlas. Poco a poco fue encontrando razones para dejar de ser feliz y permitir que la tristeza se apoderase de él. El proceso fue lento pero constante y el cuento termina con la imagen del hombre llorando de manera desconsolada sobre una montaña de perlas. En una de las manos portaba un puñal lleno de sangre, en la otra, el cuerpo de su mujer muerta.omni
Quizás fue el entorno el que provocó en mi que la lectura de este cuento causara una profunda reflexión. El caso es que pensaba en la felicidad de la gente de esos pueblos y lo frágil que puede resultar su existencia. En otros lugares del mundo donde estamos un poco más lejos de la esencia de las personas este cuento viene a relatar de una manera cuasi perfecta lo que está ocurriendo: una sociedad que posee más cosas de las que jamás había tenido y donde, por contra, la depresión campa a sus anchas.
Pero claro, también pensaba, ¿está reñido el querer mejorar con la pérdida directa de la felicidad?. ¿Si uno quiere ser feliz tiene que resignarse a no tener nada o no luchar por nada?. Dándole vueltas a la idea llegué a la conclusión de que no es necesario. Hay otras maneras de derramar lágrimas sin que esto se tenga que asociar con estar triste o sentir dolor, por ejemplo se me ocurre algo tan sencillo como pelar cebollas, escuchar una melodía emocionante, ver una película sobrecogedora, leer un libro excepcional, ... De esta manera también se podría llenar la taza de lágrimas sin que ello suponga coste alguno a nuestro bienestar.
Utilizando la metáfora del cuento me preguntaba si tenemos claro qué otras formas hay de llenar la taza de lágrimas. La imaginación es un arma muy poderosa que parece que utilizamos de una manera equivocada, o mejor dicho, no sabemos priorizar y orientar su uso a lo realmente importante. Hay muchas formas de ser feliz que están muy lejos de lo que se nos vende. Por ejemplo, en los Himalayas la taza se llena con las lágrimas que derramamos cuando disfrutamos de un paisaje tan impresionante. A lo mejor aquí podemos hacer algo parecido ...