Cuando la situación en la que me encuentro y el ambiente del libro que estoy leyendo coinciden, me dejo llevar por la idea de que tengo alguna relación especial con ese libro, más allá de que me guste o no.
A mi viaje a Piracanga (una comunidad vegana en el norte de Brasil) decidí llevarme Laguna, primera novela de Vanina Colagiovanni (Bajo la Luna, 2015). La elegí porque la tapa es increíble y porque toda la narrativa que leí hasta ahora, publicada por esta editorial, me atrapó. No tenía ni idea del contenido, ni siquiera había leído la contratapa. Así de diversos y aleatorios son, a veces, los motivos por los que uno opta por un libro y no otro, por una persona y no otra. Si hubiera entrado a esta novela en Buenos Aires, el efecto no hubiera sido el mismo. Pero cuando la protagonista llega a una comunidad casi vegetariana en las sierras de Córdoba y empieza a contar su impresión del lugar (“Le pareció que no podía formar parte de ningún agrupamiento humano sin dejar de sentirse extraña”), me vi a mí misma en ese exacto momento, en un ambiente muy parecido, con playa en vez de sierras.
Más allá de la sincronía por el espacio inusual y semejante, la novela da vueltas alrededor del tema de la memoria, la ausencia repentina de ciertos recuerdos, cómo recuperarlos si es que se quiere. Algunas imágenes están muy bien logradas, como ésta: “La memoria era una trama incompleta, desahuciada, elaborada por una arañita que tejía y destejía los hechos, equivocaba el recorrido, remendaba agujeros con nudos, abría nuevos puntos, iniciaba líneas donde no había nada, truncaba caminos que habían ido construyéndose con paciencia.”
- Laguna
- Vanina Colagiovanni
- Bajo la luna
- Año 2015
- 160 páginas
- ISBN 978-987-1803-83-5