En estos días y a tenor de la polémica por la prohibición, luego atemperada, de la ceremonia de presentación de armas por parte de los cadetes de la academia de Toledo el día del Corpus; de acuerdo al nuevo reglamento de honores militares, se me viene a la mente escribir en dos artículos, al alimón con mi amiga Chan, sobre esto del laicismo y la cercanía, a veces, tóxica, entre lo público y lo religioso. También sobre esa oleada antirreligiosa, haciéndola sinónima a la fuerza a ser laica, que es un descoyuntar de muchas tradiciones.
Por eso no estoy a favor del laicismo militante, el que busca esa separación cortada "a cuchillo" entre lo "civil y laico" y lo "religioso". Aquellos que son capaces de negar una cultura y una tradición histórica, y sinceramente no demasiado religiosa, por ver un resabio curial o unas formas más o menos evidentes de religión, todo ello amparado en un anticlericalismo al cual cada cual tiene derecho pero que puede dar lugar a absurdos canónicos, nunca mejor dicho porque cualquier intento de eliminar y convertir las fiestas en otra cosa sin ese aditamento en muchos casos necesario y tradicional de la religión, por constituyente, lo convierte en algo tonto y fútil. Por ejemplo, los intentos para convertir la Navidad en fenómenos pseudopaganos de invierno. Porque en el fondo, subyace la necesidad de diversión de la sociedad por encima de esa metabolización y asimilación cultural de la religión y por encima de cualquier ordenamiento artificioso. Al final todo queda en verse los amigos, bailar y emborracharse con el santo o la virgen como figura que da la coartada suficiente: a fin de cuentas pocos cuentan las fiestas religiosas como tales y paara muchos, los que así lo quieren, son solo ejemplos o formas de escapar a la vida rutinaria, hacer días de descanso, escaparse a la playa, encontrarse con amigos.
Otra cosa diferente es que las religiones deban y tengan que estar amparadas, sustentadas, protegidas por el estado, no solo la católica, sino todas. Eso sería un despropósito claro y como tal no se da, lo que se ocurre es que al igual que la actividad asistencial y hospitalaria está en manos religiosas en gran parte, también la educación lo está y de esta manera a sido un lugar donde la religión católica se ha esforzado tanto para generar parroquia en el futuro como, probablemente, para influenciar en la sociedad y consagrar su voluntad de luchar contra la ignorancia estulta y extendidísima. Contra eso, contra esos favores a la sociedad que la iglesia se toma enunciando su doctrina y su punto de vista no hay nada que reclamar: quid pro quo. Y en cuanto a la posible financiación de la iglesia católica, el célebre concordato, si bien no es lo que debería ser, cada iglesia debería sostenerse con sus fieles, si atendemos a esta labor social conjunta y al patrimonio cultural e histórico que les pertenece parece que las cuentas salen casi parejas aunque le da a la iglesia católica una ínfula de "parte del estado y con derecho a influir en el estado" que es desacertado y equivocado. Pero volviendo al asunto del laicismo beligerante en cada fiesta y en cada celebración.
Dejémonos entonces de tonterías pseudopolíticas, vístámonos de San Fermín, aunque seamos judíos ortodoxos, vayamos a buscar y a celebrar el día de la patrona, aunque hayamos nacido en un país del Islam, y celebremos la nochebuena, "ande, ande, ande", porque celebrar, encontrarse, recordar, reírse y bailar es el ejercicio ciudadano y personal más libérrimo y la religión, ha tenido que aceptarlo históricamente, y por lo tanto es, y que no me oiga nadie, una pequeña-gran victoria contra el ostracismo de la oscuridad de la religión y un rayo de claridad y aire fresco a nuestras mentes más proclives al interesante, cebado y lascivo Don Carnal que a las tibias, enjutas y secas Cuaresmas.
Religiones, personas, fiestas y bullicio en Recuerdos del día de mañana.
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Imagen: http://aravadeblog.files.wordpress.com/2009/07/sanfermin1.jpgDespierte el alma dormida, avive el seso e despierte. A fin de cuenta sino pensamos y vivimos para que queremos estar. Los pensamientos de hoy son recuerdos del mañana que tenemos hoy.