Expulsado por su hermanastro, será acogido por Guy de Tarba y, con él, Laín se embarcará en un viaje de peligros y aventuras. De Galicia pasarán los Pirineos y, en Venecia, embarcarán a la Palestina y allende ultramar. Perseguido por los templarios, Laín será traicionado, embaucado, torturado…, pero se convertirá en un hombre, en un héroe. Y lo mantendrá vivo una única esperanza: la venganza.
Edición: 1ª ed.
Publicación: Barcelona: Edhasa, 2018
Descripción física: 768 p.; 24 cm.
ISBN: 978-84-43-50631-9
CDU: 821.134.2-31"20"
Signatura: N NAR lai
Precio: 22,80 euros en la Casa del Libro.
UN VIAJE EN BUSCA DE VENGANZA
Los habituales del blog ya sabéis más que de sobra que soy lectora incondicional de Francisco Narla desde que los descubrí, a él y a su novela Assur, de forma totalmente casual hace ya algún tiempo, allá por 2012. Hoy os traigo su última obra, que ha sido publicada este mismo 2018, y que además fue galardonada con el I Premio Edhasa Narrativas Históricas; y es que, aunque Narla ha escrito algunas novelas encuadradas en otros géneros, la mayoría de sus libros son de temática histórica. Y después de haber leído este, no puedo más que decir que desde luego el premio es totalmente merecido.
Con Laín, el bastardo nos remontaremos a la Edad Media europea, concretamente a la Castilla en la que entonces reina Alfonso X el Sabio; y además viajaremos por rincones de lo más exótico, siempre de la mano de Laín, el protagonista. Lo interesante es que la historia no la conocemos directamente a través de él, sino que Narla ha recurrido a otro personaje; se trata de Martín Códax, un trovador gallego que existió realmente aunque se conocen muy pocos datos sobre él. Su camino y el de Laín se cruzarán en determinado momento, y será precisamente el trovador quien nos vaya desgranando la historia del protagonista. Además, y haciendo un guiño a las cantigas, cada capítulo de los 22 que conforman la novela es una estrofa con un título y un pequeño fragmento de un texto de la época. Así, será Martín Códax quien nos cuente la historia de Laín, y por su parte será un narrador omnisciente quien nos cuente la de Martín.
Sabremos, pues, que Laín es hijo bastardo de Don Rodrigo, señor de San Paio; y también sabremos que tanto Urraca, la esposa del señor, como Fruela, su hijo legítimo, odian a Laín a muerte. Él intenta vivir pasando lo más desapercibido posible, pero el día en el que Don Rodrigo parte a las Cruzadas, y más aún el día en el que reciben la noticia de que han perdido su pista, Laín sospecha que su suerte está echada y que, en cuanto puedan, intentarán deshacerse de él. Por eso, y porque considera que es su obligación, decide partir a tierras lejanas en su busca; y en este viaje lo acompañará Guy de Tarba, que es fiel al señor de San Paio. Las últimas noticias de Don Rodrigo los dirigen hacia Palestina, y será allí donde encaminen sus pasos, en un principio con un grupo de templarios y más tarde con Ciriaco, un amigo de Guy.
En este periplo, en el que prácticamente atravesarán medio mundo, nos cruzaremos, a través de sus ojos, con lugares míticos y personajes históricos; y esto es algo que Francisco hace muy bien y que además tiene su lógica, porque no es nada descabellado que el protagonista de la novela se encuentre, en momentos determinados, con personajes que existieron realmente en la época en la que suceden los hechos. Así, en Venecia conoceremos a la familia del futuro Marco Polo y los eternos enfrentamientos entre güelfos y gibelinos; por supuesto sabremos más sobre los caballeros templarios y las Cruzadas; e incluso conoceremos a los hashashin, las antiguas leyendas que envuelven la figura de Gengis Kan, o la ciudad de Qara Quorum, capital del imperio de los mogoles. Todos los personajes, cada uno a su manera, dejarán su huella en los lectores; por supuesto unos para bien y otros no tanto, pero seguro que todos nos provocarán una u otra impresión, ya sea porque son personajes históricos a los que ya conocíamos de antes, o porque en su carácter o en sus comportamientos reconozcamos a alguien. A mí personalmente, además de encontrarme con personajes a los que ya conocía, me hizo especial ilusión que se citara a la princesa Kristina de Noruega, y también enterarme de los motivos por los cuales uno de los personajes se llama Egeria. Y desde luego, como es costumbre en este autor, la labor de documentación es increíble; además de los personajes, tanto las localizaciones como los propios hechos históricos están perfectamente ambientados, y no hay nada fuera de lugar.
Es tal el grado de perfeccionismo que incluso podremos disfrutar (o no) del ambiente que se vivía en la Edad Media, de los olores, de los platos que se cocinaban, del calor abrasador del desierto y de los paisajes castellanos, entre otros. Y como casualmente ando estos días estudiando para un examen de historia medieval, me resultaba todo de lo más familiar; con lo cual el disfrute de la lectura ha sido doble, porque desde luego en las casi 800 páginas del libro he aprendido más que leyendo cualquier manual de historia de esta época, y además contado de una forma muy amena que hace que las páginas se te vayan pasando en un suspiro. Otra cosa que me gusta muchísimo, y que es algo a lo que Francisco Narla ya nos tiene acostumbrados, son sus habituales cuadernos de notas, que suele incluir al final de sus novelas y que utiliza para explicar los motivos que lo han llevado a elegir uno u otro nombre para un personaje o un lugar, o las posibles licencias que haya decidido tomarse, por ejemplo.
En casi todas sus novelas juegan un papel muy importante los animales; y en el caso de Laín no podía ser diferente. Nuestro protagonista es un niño que desde siempre ha tenido mejor relación con los animales que con las personas, y entre sus fieles compañeros de aventuras contaremos con la presencia de sus perros Lúa y Lume, su halcón Landra, o su hurón Lisco, que por supuesto tendrán sus momentos de protagonismo también. Aunque también es cierto que a lo largo de las páginas de la novela se irá, por su parte, transformando la relación entre Laín y Guy; una relación de lo más especial, y que para mí fue una de las mejores cosas de la historia, porque el personaje de Guy es también de lo más entrañable a pesar de su aspecto. Y por supuesto qué decir de la narrativa de Narla, tan detallista y con esa prosa tan bien cuidada, que es su auténtica seña de identidad. Esto, unido a lo bien trabajados que están los personajes, hace que siempre sea una delicia leer cualquiera de sus obras.
El día que coincidí con Francisco en la feria del libro de Madrid le dije que había empezado a leer la novela justo la noche anterior y que en algo menos de un par de horas ya llevaba leídas unas 150 páginas; y no sólo eso, sino que en esos primeros capítulos ya había conseguido hacerme llorar. Siempre me resulta increíble esa capacidad que tiene el autor para hacer que te pongas en la piel de los personajes de sus historias, que sufras con ellos, que te alegres de las cosas buenas que les pasan, y que no puedas evitar pasarte toda la lectura intentando intuir qué les ocurrirá. Y como no podía ser de otra manera, lo ha vuelto a conseguir y me ha dejado con ganas de más, porque esta novela y sus personajes son de los que te siguen acompañando durante una buena temporada, aunque haga semanas que la has leído.
Casi siempre suelo recurrir a algo que suele decir Francisco, y es que en todos sus escritos siempre pone alma, corazón y vida. Cuando leí Assur me reencontré con mis queridos vikingos mientras viajaba por tierras gallegas, con Ronin descubrí el Japón medieval y una parte de nuestra historia que conocía muy poco, con Caja negra estuve en vilo la mayor parte del tiempo, con Los lobos del centeno conocí secretos y leyendas de Galicia, con Donde aúllan las colinas vi claramente ese alma, ese corazón y esa vida de sus novelas... Ya el año pasado me dijo que esta última era su mejor novela, y este año me dijo lo mismo de Laín; y a pesar de que el listón ya estaba muy alto y de que después de tantos años mi corazón sigue teniendo un hueco enorme para Assur, en esta ocasión no he podido evitar enamorarme de Laín, que me ganó sin remedio ya desde las primeras páginas, y cuya transformación de niño en hombre he vivido casi en primera persona.