- Es mi violín-. Dijo al final.
- ¿Tocabas el violín, Lair?- ella asintió con la cabeza. Después de esto no pude por menos que pedirle que me tocara alguna cosa, a lo que ella respondió negativamente haciendo gala de su falsa modestia.
- No, no, querida, él y yo hace muchos años que dimos por concluida nuestra relación-. Me explicó Lair. Yo reí ante tal ocurrencia.
- ¿Qué relación? Es tan sólo un instrumento de música, Lair.
- Por supuesto. Un simple instrumento de música es lo que le parece a cualquiera que no haya tenido la suerte de versarse en las artes musicales- Yo la miraba extrañada-. Para la gente que hemos tenido la suerte de hacerlo, nuestro instrumento se convierte en una extensión de nuestro propio cuerpo. Se convierte en un compañero de vida. Se convierte en un intérprete para los que, como yo, no acostumbrábamos a decir lo que sentíamos abiertamente.
- No alcanzo a comprender lo que quieres decirme. Me hablas de relación, de sentimientos, de compañero de vida… Lair, hablamos de un violín. Es un objeto inanimado, un simple trozo de madera-. Lair frunció en entrecejo con desagrado antes de contestarme.
- No, jovencita- comenzó diciendo mientra meneaba la cabeza y recogía el violín de entre mis manos-, esto que ves aquí es un violín, sí, un objeto aparentemente inanimado, un simple trozo de madera pero con un fuerte espíritu. Un trozo de mi espíritu.
- Eso es una contradicción, Lair- Objeté-. Es imposible que un objeto inanimado peda tener espíritu o alma. Es sólo un medio; una herramienta por la cual tú…- Lair me interrumpió apoyando su mano sobre mi brazo.
- No, querida. Déjame explicarte- Yo asentí-. La relación de un músico con su instrumento no se puede calificar de una relación como las que tú conoces, niña- Odiaba que me llamara niña-. Es algo más- Yo suspiré-. Lo que un músico lo suficientemente habilidoso consigue sentir mientras hace sonar su instrumento con la fuerza de un trueno es indescriptible. Recuerdo que cuando tocaba podía escucharme a mí misma aunque no estuviera hablando, me expresaba en el lenguaje de la música. ¿Oíste decir alguna vez que la música es un lenguaje universal?
- Claro, Lair. Todo el mundo escucha música- Lair negó con la cabeza mientras pellizcaba cuidadosamente las cuerdas del violín, que aún sostenía entre sus avejentados dedos.
- La música es un lenguaje como lo pueda ser cualquier otro; como el ruso o el alemán. Es un lenguaje que rompe la barrera de la fonética, de la gramática y del tiempo…
- No entiendo nada de lo que estás diciendo, Lair. Cierto es que la gente escucha una canción de Charles Aznavour y llora desconsolada, pero no es la música, sino la letra lo que les transmite esa emoción, se sienten identificados- Lair sonrió.
- Querida, ¿has visto alguna vez tocar a algún intérprete en directo?- Yo asentí-. Me refiero a un intérprete instrumental-. Yo negué.
- En directo no, pero sí por la televisión.
- ¿Y qué viste? ¿Qué escuchaste? ¿Qué oíste? Y lo más importante de todo, ¿qué sentiste al oir, al escuchar y al haber visto?- Yo sonreí con vergüenza.
- No lo se, Lair.
- Piensa en algún intérprete que hayas visto tocando por la televisión y descríbeme lo que recuerdas. ¿Algún intérprete de violín?
- El que tú recuerdes-. Desvié un momento la vista de la de Lair y busqué entre mis recuerdos.
- Recuerdo haber visto tocar a David Garret una vez… tocaba una obra muy conocida. No me preguntes cual-. Sin mediar palabra, Lair comenzó a hacerme una serie de preguntas.
- ¿Qué era lo que veías?
- Al violinista, por supuesto. Había mucho público que lo escuchaba extasiado, de hecho, enfocaron a una señora que escuchaba emocionada pañuelo en mano. Al terminar el concierto todos aplaudían con fervor y exclamabanvítores.
- ¿Qué más?
- Él se movía elegantemente, era un joven de muy buen ver, por cierto. Me daba la sensación de que tocar no le costaba el más mínimo esfuerzo. Su cara tenía expresión relajada, con los ojos cerrados permanentemente y una expresión sonriente permanente en sus labios…
- ¿Sonreía? ¿Por qué crees que lo hacía?
- Porque estaría satisfecho con el concierto, supongo…- Lair tenía su mirada puesta sobre mí esperando que profundizara aún más en mi respuesta. Y lo hice-. Lo cierto es que un joven con veintidós años que toca en una de las principales salas de conciertos de Madrid no debería preocuparse por el transcurso de su concierto. Es instrumentista, ¡se dedica a eso!, lo cual me lleva a pensar que disfruta de su trabajo.
- ¿Y por qué va a disfrutar alguien de su trabajo?- Me preguntó Lair.
- Porque…. ¿disfruta de lo que hace?- pregunté dubitativa.
- ¿No disfrutas tú del periodismo?
- Sí- contesté-, pero no escribo los artículos con una sonrisa permanente en mi cara como cuando voy al cine o al teatro a ver una comedia-. Fue mi propia respuesta lo que me hizo comprender de lo que Lair me hablaba.
- Eso es. La música es un trabajo y una actividad lúdica a la vez. ¿En qué momentos sonríes,ríes o lloras?
- Lair, como todo el mundo: río cuando estoy contenta y lloro cuando estoy triste.
- Ahh, esto me trae a la memoria algo que me preguntaron una vez- murmuró Lair-, ¿y llorar de alegría o de emoción no lo hace todo el mundo? ¿y reír con rabia y vergüenza? Lo que se llama risa defensiva- Me quedé quieta sin responder. Era obvio que todo el mundo había llorado de alegría alguna vez-. David Garret sonreía de emoción y de alegría, porque la música que tocaba así se lo pedía. Él era capaz de ver la película que la música le estaba ofreciendo. Y las imágenes que veía no estaban en el escenario ni en pantalla alguna, sino en su corazón, en su cabeza y en sus manos.
- ¡Por eso cerraba los ojos!
- Todo el mundo pudo percibir aquella película con él, por ello, todo el mundo rió y lloró con él. Esta es la ventaja de la música: aúna sentimientos. No importa que el instrumentista sea islandés, ruso, alemán, como es el caso o croata, todos entendemos el lenguaje de los sentimientos y por extensión, el lenguaje universal de la música. Esto es lo que un buen instrumentista consigue con su interpretación. ¡La de veces que se me habrán puesto los pelos de punta mientras escucho música!
- Nunca había pensado de esta manera, pero tienes toda la razón-. Contesté pensativa. Esta debe ser una de las razones por las que la música clásica es tan poco escuchada. No todo el mundo tiene la capacidad y las ganas de entender algo tan profundo como esto.
- De esta manera, con la música podemos escuchar las palabras de Haendel, Bach, Brahms, Beethoven, Schumann, Liszt, Mozart y un largo etcétera de compositores que aún estando muertos nos siguen hablando de sus pensamientos y sentimientos cada vez que su música es interpretada, por eso, la música también rompe la barrera del tiempo. Y todo esto no sería posible sin el libro o la pantalla que transmite el mensaje-. Dijo mostrando el violín. Yo, mientras tanto, había cogido la partitura amarillenta que había quedadorelegada a un segundo plano, dispuesta a preguntarle a cerca de ella. Lair, dándose cuenta de ello dejó el violín dentro del estuche y me cogió la partitura. Estuvo observándola durante unos minutos con expresión seria.
- Sólo garabatos, muchacha- Gruñó poniéndose en pie-. Ahora recojamos esto. En poco rato vendrá Mysie y no quiero que me inste a tocar.