Lara Ferreiro, psicóloga; ‘Por qué la Isla de las Tentaciones es adictiva’

Publicado el 24 noviembre 2025 por Emprendedores De Hoy

La Isla de las Tentaciones lleva casi seis años en televisión y ha dejado de ser un simple reality de entretenimiento para convertirse en un auténtico fenómeno social. Su éxito no se explica únicamente por el morbo, el drama o las fiestas tropicales, sino porque toca fibras emocionales universales y expone dinámicas relacionales que están transformando nuestra sociedad.

Cinco parejas se exponen emocionalmente bajo un microscopio que millones de personas observan cada semana. En este contexto, la célebre frase “Lo que pasa en la isla se queda en la isla” no aplica en absoluto; ocurre justo lo contrario. Cada duda, cada mirada y cada quiebre se convierten en tema de sobremesa y en combustible para el debate apasionado en redes sociales.

Actualmente, se vive en un momento en el que cada vez más la monogamia tradicional se tambalea y el programa funciona como un espejo donde se reflejan nuevas formas de entender el amor, el deseo y la fidelidad. Según un estudio de Ashley Madison, la plataforma líder mundial en citas extramatrimoniales, solamente el 51% los españoles se identifica como totalmente monógamo; la otra mitad está abierta a otros modelos o simplemente a romper la exclusividad. Y, a contracorriente de los estereotipos, hay más mujeres (29%) que hombres (19%) dispuestas a abrir su relación o flexibilizar sus límites.

La psicóloga Lara Ferreiro, autora de ¡Ni un capullo más! El método definitivo para quererse y encontrar a su pareja perfecta, lo tiene claro: «Las mujeres ya no sienten culpa por desear, y eso la isla lo visibiliza. No es que ellas sean más infieles: es que ahora pueden mostrarlo sin esconderse.

La infidelidad, de tabú a herramienta de liberación emocional

Hasta hace relativamente poco, la infidelidad se ha comenzado a vivir como una oportunidad de crecimiento, exploración y autenticidad. La Isla de las Tentaciones refleja esta evolución: al sacar las relaciones de su contexto habitual, permite a los participantes (y al público) descubrir que el deseo no tiene por qué limitarse a una sola persona para toda la vida.

El atractivo del entorno, la intensidad del deseo y la ausencia de rutinas convierten el reality en un espacio donde los impulsos pueden expresarse sin la presión del “comportarse correctamente”. El resultado es una experiencia emocional que muchos ven como positiva: un retorno al deseo propio, a la espontaneidad, a la sensación de sentirse vivos y deseados.

Por eso el programa funciona como un espejo atractivo: permite fantasear sin límites y entender la infidelidad no como un error, sino como una vía para reconectar con uno mismo.

La monogamia se tambalea: una sociedad que abraza la libertad afectiva

El éxito masivo del programa (especialmente entre la Generación Z) evidencia algo que está ocurriendo a gran escala: la monogamia tradicional ya no satisface a todo el mundo. La juventud no para de cuestionar el modelo romántico rígido, abre debates sobre relaciones abiertas, poliamor o acuerdos flexibles, y ve la exclusividad como una preferencia, no una obligación.

La Isla de las Tentaciones pone a prueba esa idea. Cuando desaparecen la rutina y la vigilancia mutua, muchas personas descubren que el deseo fluye hacía más de una dirección. Y es a partir de entonces cuando lo viven como una liberación emocional. Incluso las cifras lo avalan: según Ashley Madison, el 93% quienes tienen aventuras afirma que estas mejoran su bienestar dentro de la relación principal.

Lo que el público descubre sobre sí mismo

El espectador no solo observa: se reconoce. Mientras mira las tentaciones ajenas, la gente se pregunta: ¿Y si esto también le hiciera bien? ¿Y si su deseo no es un fallo, sino una señal? ¿Y si la fidelidad no fuera la clave de la felicidad?

Todos los interrogantes que alguien puede hacerse realmente no nacen del morbo, sino de la búsqueda de coherencia con el propio deseo. La infidelidad empieza a interpretarse como un acto de sinceridad con uno mismo.

Además, datos como que el 60% las mujeres en pareja fingen orgasmos revelan una realidad: muchas relaciones no satisfacen emocional o sexualmente. Y para un número creciente de personas, romper la exclusividad sexual se convierte en una manera de recuperar el placer perdido.

Un formato adictivo porque legitima lo que muchos sienten

El reality engancha porque ofrece algo que la sociedad siempre ha escondido: el derecho a sentir deseo más allá de la pareja. La incertidumbre de qué ocurrirá, la tensión erótica, la posibilidad de romper los límites… todo activa los circuitos de recompensa del cerebro.

La dopamina sube por la libertad de imaginarlo sin castigo. Cada fiesta, cada mirada y cada “hay imágenes para ti” alimenta la idea de que el deseo es legítimo y natural.

El montaje televisivo no solo intensifica el drama: normaliza la exploración del deseo y hace que la audiencia perciba la infidelidad como un camino más hacia el autoconocimiento.

Cuando el ego se libera: la infidelidad como afirmación personal

Una de las claves del programa es mostrar cómo, cuando alguien rompe la exclusividad, su autoestima cambia. La infidelidad se convierte en una forma de recuperar valor propio, reafirmar la identidad y sentir que merece más de lo que tiene.

Lo que antes se llamaba “doble rasero” ahora puede entenderse de otro modo: protegerse emocionalmente, poner las propias necesidades por delante y permitirse sentir placer sin el peso de la culpa. La disonancia cognitiva (ese choque entre lo que se siente y lo que se cree que debería sentir) se disuelve al aceptar que el deseo no obedece a las normas tradicionales.

La Generación Z y su revolución emocional

La juventud actual vive sin miedo a revisar las reglas del amor. Aunque valora la estabilidad y el cariño, no renuncia a la libertad. Esto crea una paradoja hermosa: quiere vínculos fuertes, pero no a costa de silenciar sus deseos.

Por eso conecta tanto con el programa: ve que la infidelidad puede ser una experiencia que abre caminos, no que los destruye. Que puede ofrecer claridad emocional, identidad y crecimiento personal.

La liberación femenina: desear ya no es un pecado

La isla también muestra algo fundamental: las mujeres ya no sienten culpa por desear a más de una persona. Durante años la infidelidad femenina estuvo castigada y silenciada, pero hoy se habla abiertamente de ella como una forma de empoderamiento.

El 96,6% las usuarias infieles de Ashley Madison considera que se juzga más a las mujeres que a los hombres. Pero el cambio está ocurriendo. Mujeres que deciden ser infieles lo hacen desde la seguridad de que su deseo es legítimo y de que la libertad sexual no es exclusiva de los hombres.

Como dice Lara Ferreiro: “Las mujeres no desean menos; ahora simplemente no lo esconden.”

Los cuernos enganchan: la infidelidad como experiencia catártica

Ver a otras parejas ceder ante la atracción no solo entretiene: ofrece una forma segura de pensar en lo que uno no se atreve a verbalizar. Las parejas se separan, se enfrentan a carencias emocionales, ponen a prueba sus límites y exploran vínculos nuevos. Y para el espectador esto resulta casi terapéutico.

La isla elimina las barreras que sostienen una relación: la rutina, el control, la previsibilidad. Cuando desaparecen, aparece lo que muchos anhelan: emoción pura, deseo desbordado, libertad sin culpa.

Lara Ferreiro concluye: “La Isla de las Tentaciones fascina porque expone una verdad que pocos se atreven a reconocer: en muchos casos, la infidelidad libera. Puede convertirse en una vía para reconectar con el deseo, crecer emocionalmente, romper patrones estancados y, sobre todo, conocerse a uno mismo desde un lugar más honesto.”