Es una triste realidad pensar que vivimos donde yacemos. Que creemos lo que nos mienten. Que mamamos del peor pecho caído nunca conocido. Ser español para muchos puede llegar a incluir un sentimiento de orgullo en los henchidos corazones de Sergio Ramos o Andrés Iniesta. Personas que por otra parte estafan al mas pintado intentando evadir impuestos siempre que se pueda, porque es de inteligente ganar 4 millones en vez de ganar 3. Para que se quiere ese otro millón, para comprar toda la lotería del país, para montar una ONG, para mejorar la educación o sanidad. Igual para acrecentar su garaje con vehículos cuya velocidad y potencia los tienen prohibidos en las calles.
Pero ese no es el caso que nos atañe en este articulo. España, país de constructores e inmobiliarias, donde una ardilla salta de piso en piso hasta que cae al mar. Esos eran buenos tiempos, no hacía falta formación, idiomas o experiencia para poder llevar a casa 1200 euros con los que vivir de lujo. Pisazos, coches, vacaciones y realidad triste realidad que nos exploto una burbuja, que nadie vio venir, en todo el jepeto.
¿Y ahora qué? ¿recesión? ¿nos quedamos en la calle? ¿criticamos a los políticos? Sí, eso hacemos. Esos mismos que dicen que estamos saliendo del agujero, que cada vez hay menos desempleo. Ja idílica palabra para la ninfomanía del lugar. Al acabarse el sector constructor nos centramos en el turismo. Playas, calor, extranjeros. Ciertamente suena apetecible, hasta que llega el invierno y volvemos a quedarnos en la calle. Aparece la primavera y asomamos un poco el hocico en busca de frijoles santos que nos recuperen de salud mientras que el otoño sirve para cobijarnos en los billetes ganados.
4 estaciones españolas