Guadalajara se define como una provincia apícola. Lo es por la cantidad y la calidad de sus mieles. Posee hasta una Denominación de Origen propia. Con tal solo recorrer alguno de los pueblos de la Alcarria se comprueba la importancia de este sector. Un buen ejemplo es Peñalver. Otro, Pastrana, que ahora está celebrando su tradicional Feria Internacional sobre la materia. Pero, en realidad, ¿conocemos todo lo que rodea a dicha actividad ganadera? ¿Somos conscientes de sus implicaciones sobre el entorno natural?En realidad, hablamos de palabras mayores. Las abejas son uno de los principales polinizadores que existen en la actualidad. Sin ellas, sería más complicada la reproducción de un buen número de especies de flora. Muchas de las cuales son comestibles, como las almendras, los pepinos o las fresas, entre otros ejemplos.“Estos insectos son muy importantes para el ecosistema”, confirma José Alberto Viñuelas, director del Centro de Investigación Apícola y Agroambiental de Marchamalo (CIAPA). “Son responsables de la reproducción del 84% de las especies vegetales, de las que el 76% sirven para la alimentación humana”, cuantifica Jesús Manzano, de Ecocolmena. Una cifra que, en el caso de los árboles de pepita de hueso, estaría en un 70%, según indica Paula Tordesillas, del área de agroecología de Ecologistas en Acción (EA).Y, para muestra, un botón. Sólo hay que mencionar el intenso trabajo que realizan estos animales durante su «jornada laboral». “Para conseguir una carga de néctar de su buche necesitan visitar entre 1.000 y 1.500 flores, pudiendo hacer una media de diez viajes diarios. Si consideramos una colmena media de 50.000 pecoreadoras, durante una floración de 20 días habrán visitado mil millones de flores”, explicaba el apicultor y experto Jesús Pérez Gómez, en un artículo publicado en la revista El Ecologista. “Para conseguir un kilo de polen, se requieren, aproximadamente, 60.000 viajes”, añadía.
Pero, ¿es cierto que se está reduciendo la densidad de las comunidades de las abejas? “Actualmente, hay un declive. Las pérdidas en las colonias de abejas se han cuantificado entre el 20% y el 50% según el país”, explica Daniel Conde, coordinador del área de agroecología en Ecologistas en Acción-Andalucía. “La mencionada disminución ha supuesto pérdidas económicas en cultivos que dependían de su papel como polinizadores. Es el caso del almendro en California”, añade Conde.España no es ajena a esta situación. Lo confirma el apicultor Pablo Laguna. “Nos encontramos ante unas cifras muy elevadas. Hace 20 años, cuando la enfermedad de la varroa todavía no había llegado, teníamos entre un 4% y un 5% de mortandad. En la actualidad, el dato se ha incrementado hasta el 20%-25%”, describe. “Incluso, conozco algunos casos de profesionales que, en sus colmenas, los números ascienden al 40% y al 50%”, añade.Ante dichas informaciones, José Alberto Viñuelas, del CIAPA, tranquiliza a los implicados. “España, con dos millones 700 mil colmenares, tiene la suficiente capacidad de insectos como para que la polinización se pueda realizar”, arguye. “La disminución de la población se da en algunos sitios, aunque aumenta en otros, por lo que se compensa”, asevera.En cualquier caso, una reducción de ejemplares supondría la pérdida de biodiversidad y la aparición de dificultades en la producción alimentaria. Sobre todo si se tiene en cuenta la vinculación histórica que tiene la mencionada especie con nuestro territorio. “Los primeros indicios en la Península Ibérica se recogen en la Cueva de la Araña (Valencia) hace más de 8.000 años, donde aparece pintada una mujer con un cesto recogiendo panales silvestres, con algunas abejas volando a su alrededor”, narraba Jesús Pérez Gómez.
Sin embargo, ¿Cómo se puede afrontar la reducción de la población de abejas? Hay varias propuestas sobre la mesa. Desde el movimiento ecologista son muy claros. Demandan la prohibición del uso de plaguicidas y que no se realicen tratamientos aéreos contra las plagas. En su lugar plantean “el desarrollo de estrategias que restauren la población de enemigos naturales de las epidemias, como aves, murciélagos o insectos auxiliares”.Pero, sobre todo, sugieren que “se incentiven y favorezcan los métodos productivos como la agricultura ecológica”. Así se podría reducir el uso de agentes químicos sobre el medio. Al mismo tiempo piden que se establezcan “bandas florales entre los cultivos, que permitan a las abejas tener oferta de polen durante todo el año”, añaden los conservacionistas. En la misma línea se expresa José Alberto Viñuelas, del CIAPA. “Se deben tomar medidas agroambientales en la nueva PAC, como subvencionar espacios en los que se cultiven plantas melíferas, tan importantes para las abejas”, agrega.Más difícil, sin embargo, es hacer frente a la varroa o al cambio climático. Sobre este último problema, Pablo Laguna muestra su preocupación. “Deberíamos estar haciendo algo, cuyos resultados se notasen a corto plazo”, espeta.Hay que tener en cuenta que este insecto es fundamental para el medio natural. Posibilita la polinización de un buen número de especies. También de algunas que nos sirven de alimento a los seres humanos. Por ello, se deben implementar medidas rápidas y efectivas para evitar que su población se siga reduciendo. Porque, en definitiva, y como decía el apicultor y especialista Jesús Pérez Gómez:«Las abejas son un magnífico indicador de la salud medioambiental. Su bienestar y desarrollo dependen del cuidado que realizamos de nuestro entorno natural»