Las adivinaciones

Publicado el 27 mayo 2014 por Rubencastillo

De vez en cuando me apetece coger un libro de poesía, sentarme en un sillón cómodo, rodearme de todo el silencio posible, tener a mano una taza humeante de café y, simplemente, leer. Sin tomar notas, sin pensar que podría hacerle una reseña en un periódico o en una revista. Leer en silencio porque sí, por el gusto de recuperar al adolescente que cogía sus primeros volúmenes en la biblioteca de Blanca o en su cama y dejaba que las horas pasaran con lentitud invisible. Y si digo que me gusta realizar esos experimentos con la poesía es porque cuando cojo una novela me siento siempre tentado de ir resumiendo su argumento, ir trazando el perfil de sus protagonistas... La poesía es más pura, más despojada, más autónoma. Burbujas de palabras y de pensamiento, que te emocionan o te dejan indiferente.
Esta vez he pactado esa tregua con José Manuel Caballero Bonald y su libro Las adivinaciones (Adonais, 1952). Y me ha llevado una tarde entera. Ahora, puesto delante del teclado, podría recurrir a cuanto sé sobre el poeta gaditano, sobre sus premios e influencia en la literatura española, pero no haré nada por el estilo. Diré simplemente que durante muchos instantes de esta lectura me ha asaltado la Belleza y que con algunos de sus versos me he quedado flotando, con la mirada perdida en el vacío. Entiendo, pues, que el mejor comentario que le puedo tributar a este conjunto de poemas es copiar aquí esas líneas y que quede constancia de mi admiración. El resto sería manchar unas horas de gran pureza con palabras bastardas. Y no me apetece. Quedémonos, tan sólo, con esos versos de Caballero Bonald: “El pecho inextinguible de la muchacha amada”. “Entra la noche como un trueno / por los rompientes de la vida”. “Reúno en mi memoria las vidas que he amado, / los sitios donde estuve, los libros que habité, / toda la realidad y sueño en que consisto”. “Eso es vivir: ir olvidando”. “Soy lo que he sido”. “Nada me pertenece / sino aquello que perdí”.