Existen muy diversas modalidades de agnosia, entre las que quizá destacan por su abundancia la llamada agnosia visual (la persona no es capaz de reconocer el objeto a través de la vista); la agnosia táctil o asterognosia (a pesar de ser capaz de describir sus distintas partes, no logran “descubrir” de qué objeto se trata a partir del tacto) o la prosopagnosia (el individuo no reconoce o distingue los rostros de los demás).
Por poner un ejemplo de lo anterior, si presentamos a un asterognósico un guante, posiblemente lo describa del siguiente modo: “se trata de un objeto pequeño, alargado, con cinco bolsitas de distinto tamaño unidas entre sí”, pero nunca sabrá que se trata de un guante o para qué se utiliza.
Por lo general, la agnosia es el resultado de una lesión en el cerebro, en concreto de ciertas zonas relacionadas con el tálamo. Así, un traumatismo craneoencefálico, un ictus o incluso una demencia puede acabar provocando el trastorno.
Muy conocido es uno de los casos del famoso libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, en el cual precisamente le ocurre esto a un hombre que acude a la consulta del médico con un principio de agnosia visual, el cual al marcharse y tratar de ponerse el sombrero, agarra a su mujer por la cabeza tratando de colocársela encima.
Aunque casos como este puedan resultarnos incluso cómico, lo cierto es que se trata de un problema que afecta y limita bastante la vida de las personas que lo padecen.
foto|Salvatore Vuono