Con ecos de Claude Chabrol, tal y como se dice en su publicidad, se presenta este lúcido retrato de una pareja burguesa y sus usos y costumbres. Eve y Henri son franceses, pero disfrutan de una lujosa existencia en Viena. Él es un director de orquesta de renombre y ella se dedica a organizar actividades culturales en el Liceo francés. Sus relaciones sociales en la capital austriaca se limitan a un círculo cerrado de amistades de matrimonios franceses con un nivel de vida equiparable, que han de exhibirse mutuamente como parejas perfectas, aunque cuando nos acercamos a sus conversaciones, éstas no se alejan mucho del contenido de chismorreo que preside las reuniones de la mayoría de los mortales. Por eso, cuando ella empieza a sospechar que él la engaña, su existencia perfecta se desmorona. A partir de aquí asistimos a un juego casi detectivesco entre los dos, en el que se refuerza mucho el retrato psicológico de la pareja, aunque la película - interesante casi en todo momento, eso sí - falla respecto a la presentación y desarrollo de los respectivos amantes, que cambian su carácter con suma facilidad, casi por conveniencias del guion. Y todo se desmorona definitivamente en el poco creíble final, muy forzado y muy poco creíble, puesto que desnaturaliza a los protagonistas.