Encajonada en el distrito centro, más concretamente en el Barrio de Palacio, el nombre de Calle de los Irlandeses me había proyectado una imagen muy diferente a lo que es. Siempre me había fabricado de ella una vida llena de tabernas, alboroto y trifulcas espoleadas por el alcohol. (Malditos clichés, lo siento). Al conocerla en persona me sentí ligeramente decepcionado al ver que todas mis conjeturas no podían estar más erradas. Ahora, tocaba investigar.
Esta calle (a la que precisamente la denominación de “calle” quizá le quede ligeramente grande ya que más bien es un espigado callejón) une dos vías como son la Calle de Mediodía Chica y la Calle del Humilladero. Un entorno histórico y con arraigo donde, a escasos metros, destaca la presencia de la Iglesia de la Paloma, lugar en el cual se venera a la Virgen del mismo nombre.
El nombre original de esta calle fue San Gregorio, en el Siglo XVII las revueltas tanto civiles como religiosas que se vivían en Irlanda hizo que unos cuantos clérigos de este país pusieran rumbo hacia la Villa y Corte. Precisamente en la Calle del Humilladero, de cara a esta callejuela, levantaron su segunda sede, un pequeño oratorio, en 1635. Después vendría el hospital, la iglesia y el colegio. En definitiva fue la presencia de estos religiosos, en forma de la Iglesia de San Patricio o “de los irlandeses” como le decían la que, con el paso del tiempo bautizó esta estrecha vía hasta nuestros días.
Este templo sobrevivió hasta la Guerra Civil que fue cuando quedó destruido, dejando sin su principal argumento a esta discreta habitante del callejero de Madrid. Una vía que, por cierto, durante años tuvo que aguantar una leyenda negra y que decía que su nombre se debía a que en este lugar los irlandeses afincados en la ciudad se dedicaban a la compra y al a venta de… niños.
Ni tabernas ni negocios de dudosa reputación, la Calle de los Irlandeses fue mucho más formal de lo que queramos imaginar.
(Foto del interior de la entrada sacada de muromadrid.blogspot.com)