Las aulas de Celaá

Publicado el 13 noviembre 2020 por Abel Ros

Hace años escribí "las aulas de Wert", un artículo que criticaba la LOMCE, una ley que se aprobaba, como saben, con el rodillo azul de la derecha. Una ley, la verdad sea dicha, sin consenso político, educativo y social. Y una ley, y disculpen por la redundancia, que ponía contra las cuerdas a la clase media de este país. El endurecimiento de las condiciones para la obtención de becas, las reválidas, el poder de la Religión, las ayudas a la concertada y el desmantelamiento de la Filosofía, entre otras medidas, supuso la crítica de la bancada progresista. Hoy, varios años después de aquella norma, Isabel Celaá cocina la LOMLOE, la nueva Ley Orgánica educativa - y ya van unas cuantas - que arremete contra aquella vieja gloria de las gaviotas.

Más allá del martillazo a la Religión. Más allá de dejar la asignatura de los curas a la altura del betún, la Ley Celaá no deja bien parada a la Ética. En tiempos de pandemia, de reflexión y crisis moral, la Ética se convierte en la gran olvidada del sistema educativo. Y se convierte así por el voto en contra del PSOE, un partido que, a mí entender, creía en el espíritu crítico. La Ética forma parte de la dimensión práctica de la Filosofía. Y esa dimensión, queridísimos lectores, es necesaria para la vida. Más allá de que, el día de mañana, nuestros alumnos sean abogados o ingenieros. Más allá de que saquen notas brillantes en matemáticas o geografía, entre otras. Más allá de todo eso, se necesita un adiestramiento para la vida. Un adiestramiento que suponga la supremacía de la autonomía con respecto a la heteronomía moral. Y un adiestramiento que desarrolle una actitud, o posicionamiento, relativo u absoluto ante el Bien, la Justicia, la Belleza y otras verdades éticas.

La nueva Ley permitirá que la suspensión de curso sea algo excepcional. Esta media, atacada por las derechas, atentan - según los conservadores - al mérito y el esfuerzo. La Ley Celaá ataca, de alguna manera, el credo del "liberalismo cristiano" y pone en valor el comunitarismo. El aprobado de un alumno pasará a ser una decisión colegiada. Las asignaturas dejan de ser islas independientes y se convierten en "colonias conectadas por puentes de madera". Dicho así, y valga la metáfora, el futuro del alumnado pasa por una opinión consensuada del profesorado. Esta medida fomenta la comunicación entre el claustro, los tutores y las juntas evaluadoras. Incide en la preocupación por el alumno en perspectiva comparada. Y sirve de motivación para quienes, por falta de motivación y aptitud hacia ciertas asignaturas, deciden abandonar el campo de batalla. El tirón de orejas, de la Ley Celaá, a la concertada supone una seria apuesta por la igualdad educativa. El Estado debe dignificar la escuela pública. No olvidemos que la educación es el único ascensor social para los hijos pobres.