Algunos años después me enteré que estaba basada en un libro del escritor Jaroslav Hasek, pero hasta ahora no me había puesto a leerla, aprovechando una magnífica edición que por primera vez está traducida directamente del checo.
Del libro pueden decirse muchas cosas, y hay sobrados motivos para recomendar su lectura, a pesar de que su autor murió antes de poder acabarlo. Podría decir que es un clásico, en el que se retratan muchas bajezas humanas, pero sobre todo la estupidez de un modo magistral. Pero es que además lo hace un sentido de la sátira tan intenso y fino que, literalmente, muchas veces tenía que parar de leer para reir a carcajada limpia. Episodios como las homilías del capellán castrense Katz, borracho como una cuba; o las órdenes, contraórdenes y disparatadas instrucciones de los mandos del ejército austrohúngaro deberían figurar en un manual de descripción del ser humano. Los que lo hayan leído recordarán sin duda al político de turno, al presidente de su club de fútbol, al alcalde de su pueblo, ....o a su jefe.
Y además, y seguramente sobre todo, es un maravilloso alegato contra la mayor de las estupideces humanas: la guerra. Demuestra que el humor es también un arma contra un mundo en que, acomplejados, cabrones o definitivamente tontos del culo, se disponen a mandar y a convencer a los demás que vayan a matarse.