LOS HAY QUE HABLAN SOBRE SUS DERECHOS, Y LOS HAY QUE SALEN A RECLAMARLOS
El Sol saldrá a las 5,53 h. y se pondrá a las 18h.
Se dice que el Estado es manirroto y que gasta demasiado, es por ello que muchos se preguntan si, en una situación en que la deuda pública es tan elevada, el Gobierno debe salir al rescate de las empresas en crisis. La lógica dice que no se debe gastar lo que no se tiene, pero lo cierto es que el sector aéreo, el turístico, el de la automoción o el bancario, que en el pasado ganaron pasta gansa a raudales, hoy miran al Estado como su única tabla de salvación.
El sector automovilístico ha recibido más de 900 millones de euros, gracias a los cuales se vendieron 280.000 coches en el año 2009 e hiceron que las ventas se dispararan (también habrá afectado la subida del IVA) en el 2010. El Fondo Estatal de Inversión dotó de 8.000 millones de euros a los ayuntamientos el año pasado y otros 5.000 éste para contener, mediante obra pública la pérdida de empleo en el sector de la construcción. Por su parte, el Ministerio de Vivienda dará este año 6.000 millones para la rehabilitación y promoción de nueva vivienda protegida. Asimismo, el Fondo para la Adquisición de Activos Financieros fue dotado con 30.000 millones ampliables a 50.000 para ayudar a Cajas de Ahorro y Bancos en dificultades.
Está claro, el Gobierno ha gastado en socorrer a sectores empresariales y como consecuencia de ello nos ha hecho a todos solidarios en la factura, a la vez que ha sembrado el temor entre los especuladores del mercado. Tan sólo los resultados podrán decir si hizo bien. Lo malo es que eso lo sabremos cuando ya sea tarde para conocer si realizó lo correcto al socorrer a empresas privadas con el dinero de todos. Hasta entonces, quienes tienen y no necesitan de las ayudas dirán que es una exageración y que los gobiernos no deben intervenir en el mercado. Para los afectados será un dinero bien gastado que sirvió para mantener a las empresas mientras arreciaba el temporal.
Cuál es el límite y hasta dónde se debe llegar en estas ayudas crea controversia, y hay quien piensa que el verdadero gasto que ahoga a los Estados es ese que se adquiere a largo plazo (sanidad, educación, servicios sociales..) con cargo a unos presupuestos que se realizaron en la época de bonanza pero insostenibles, a no ser que se incremente la presión fiscal, en momentos de excasa recaudación. Nadie desea perder lo que consiguió gratis y nunca valoró lo suficiente porque no supo su costo, de la misma forma que todos vemos como un tesoro la ayuda en momentos de penuria. Establecer el punto de equilibrio y de sensatez es algo que no va con unos políticos que se la juegan cada cuatro años y que, como los presidentes de los club de fútbol, prefieren dejar la deuda al que viene detrás antes de descender de categoría.
Lo malo es que nadie accede a los puestos de gobierno con avales sobre su patrimonio que puedan ser ejecutados en caso de descalabros, mala gestión o malversación de fondos. Todo no puede ser gratis, ni siquiera el gobernar.