Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría
La frase: "¿Pones a tus amigos por encima de mí?"
Antes de meterme en harina, un par de apuntes: como película en general, opino que contiene un puñado de interpretaciones fantásticas (destacando la vis cómica de Mario Casas, que inesperadamente roba la función), un guión con mucho ritmo y lleno de humor, que sólo decae en el tercio final; y en general una factura sobresaliente, sobre todo teniendo en cuenta el ajustado presupuesto con el que se realizó. Una vez más Álex de la Iglesia demuestra su carisma como director y guionista, y su capacidad marca de la casa para crear momentos icónicos: en esta ocasión, un atraco en la Puerta del Sol protagonizado por Bob Esponja, Minnie, un Jesucristo plateado...
A nivel digamos ideológico, sin embargo, el tema se pone espinoso...
Son varios los críticos que la han acusado de misógina, y el propio director en una entrevista respondía que se sentía más misántropo que misógino concretamente. Sin embargo, después de verla no puedo evitar estar de acuerdo con los primeros, y la verdad no es necesario rascar mucho para percibir que todo esto es una gran metáfora (menos y menos velada a cada minuto del metraje) sobre el divorcio y la estúpidamente llamada "guerra de sexos". Una guerra que, tal como se nos presenta aquí, es bastante desigual, ya que los hombres son básicamente tontorrones e inútiles (pero con buen corazón), y las mujeres, literal y figuradamente, unas brujas capaces de lo peor. Sería fácil decir que al fin y al cabo nadie sale bien parado del todo en esta peli, porque todos tienen defectos, pero también sería bastante simplista y falso, ya que los defectos de los personajes masculinos son poco importantes y entrañables (torpones, poco inteligentes, atolondrados...), mientras que los de los femeninos son de todo menos entrañables: son todas psicópatas, y el único personaje femenino remotamente "bueno", la bruja encarnada por Carolina Bang, es presentada como una manipuladora que disfruta humillando a los hombres y es emocionalmente inestable (la escena de su ataque de histeria, en donde reproduce en clave de humor los clichés de todos los chistes machistas del mundo que vienen a decir que todas las mujeres son unas locas posesivas). Está también el personaje de la novia de Mario Casas, que parece una chica normal, pero su personaje es tan irrelevante (no creo que llegue al minuto su tiempo en pantalla), que básicamente no cuenta.
Y más cosas que te sacarán si las dejas...
Al inicio de la peli, la ex esposa de Hugo Silva se lanza en busca de su hijo. Su primera escena nos la presenta como una enfermera antipática y negligente, pero una vez iniciada la búsqueda de su hijo cabe la posibilidad de que el personaje se redima y sea la que salve la situación con su fuerte carácter. Pues nada de eso: más bien al revés, ya que las brujas inmediatamente la convierten en una de las suyas, con el simbólico método de exprimirle un corazón directamente en la boca. Ejem. Así son las brujas/mujeres: te chupan la sangre. Y así, el único personaje femenino que no explícitamente malvado, se convierte en una bruja literal.
Junto a la familia de brujas central de la peli, que representan las tres generaciones de abuela, madre e hija, conviven dos personajes masculinos. ¿Y cómo es que han permitido a dos hombres vivir con ellas? Fácil: uno porque básicamente sufre algún tipo de retraso, y porque se insinúa que le han hecho cierto proceso transformador que sufre el hijo humano en el clímax de la película ("Entrar por la boca, salir por el culo: te acostumbras"), y al que llegaré ahora. Se le permite vivir porque es tonto. El otro vive encadenado en el sótano como castigo por ser hombre. Los mensajes se van amontonando...
Respecto al clímax de la peli, en el que el niño secuestrado será transformado en una especie de anticristo destinado a destuir a los hombres "como un caballo de Troya, desde dentro", vale la pena pararse, porque aquí la simbología llega a niveles estratosféricos, y me puedo imaginar a De la Iglesia y su co-guionista partiéndose de la risa ante su ocurrencia: el niño debe ser devorado por la diosa de las brujas, una Venus de Willendorf gigante.
Los historiadores se siguen devanando los sesos: ¿es un hombre? ¿es una mujer? Hmmm...
Se trata de una especie de parto demoníaco antinatural, y por tanto el niño, como ya había sido insinuado en una escena anterior, es expulsado por el ano del monstruo. Evidentemente la elección de esa figura no es casual...
La película cuenta con dos secundarios que aportan más humor al tema, la clásica pareja de policías más bien inútiles y torpones enfrentados a un asunto que les supera completamente. El giro (que en honor a la verdad se intuye pronto), es que ambos resultan estar enamorados. Y así, el personaje de Pepón Nieto encuentra otra forma de librarse de las brujas, es decir, de las mujeres: liarse con otro hombre. Queda claro en el epílogo que la de ellos es una relación feliz, sin los nubarrones en el horizonte que les esperan a Hugo Silva y a Carolina Bang, según las predicciones de la bruja interpretada por Carmen Maura.
Es inevitable ver paralelismos con la vida personal del director y guionista (y más cuando es de dominio público que Bang es su novia en la vida real, y que él mismo pasó por un divorcio anteriormente), por lo que la película parece un gran ejercicio de psicoanálisis dedicado a, nunca mejor dicho, exorcizar sus demonios personales... En definitva, la amarga conclusión final a la que parece llegar es que los matrimonios están destinados a acabar mal, y aunque al principio las novias puedan ser guapas y fantásticas (muy distinta tuvo que ser en su día la ex de Hugo Silva, Macarena Gómez, para que empezaran a salir), todas acaban convirtiéndose en... eso mismo.