Que alcanzar la felicidad es complicado lo sabe todo el mundo, pero si encima tenemos que enfrentarnos a situaciones externas adversas, puede parecer un anhelo imposible. ¿Cómo se puede ser feliz viviendo en una dictadura, en un país en guerra o en una época de derechos sociales limitados? Las buenas compañías sitúa a su protagonista, Bea (Alicia Falcó), en el País Vasco en 1977. El aborto es ilegal, el feminismo está lejos de conseguir sus reivindicaciones y los homosexuales son marginados. Pero en este clima durísimo, quizás, Bea puede llegar a ser feliz de todas formas. La directora y actriz Silvia Munt elige mostrar la época en la que ocurre esta historia de forma luminosa -estupenda fotografía de Gorka Gómez- antes que con colores grises y sombras opresivas. Y en esta historia, antes que mostrarnos a personajes hostiles que forman parte de una sociedad conservadora, prejuiciosa y, sobre todo, hipócrita, nos muestra que muchos de los que viven bajo el peso de esa moral castradora, son seres humanos solidarios, comprensivos, piadosos. Las buenas compañías es una película muy bonita sobre un drama muy duro. Hay que destacar unas interpretaciones fantásticas: además de una estupenda Falcó, mencionemos a Elena Tarrats, una magnífica Itziar Ituño, y a Iván Massagué y Ainhoa Santamaría en pequeños, pero importantes roles que protagonizan algunas de las escenas más emocionantes de la película. La única pega de esta obra, es, quizás, su empeño en ser un catálago de reivindicaciones: a la lucha por el derecho al aborto, hay que sumar la condena de las agresiones sexuales y de la discriminación LGTBI. Son temas que aparecen bien equilibrados en el argumento, pero quizás habría convenido centrar un poco más el guión en su planteamiento principal. A pesar de ello, Las buenas compañías es un film estupendo sobre cómo buscar la felicidad en los peores tiempos posibles -el aborto no fue legal en España hasta 1985-. Silvia Munt propone la solidaridad, la comprensión del otro, la música y el amor como refugios ante la adversidad.
Las buenas compañías -buscando la felicidad
Publicado el 10 mayo 2023 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertranQue alcanzar la felicidad es complicado lo sabe todo el mundo, pero si encima tenemos que enfrentarnos a situaciones externas adversas, puede parecer un anhelo imposible. ¿Cómo se puede ser feliz viviendo en una dictadura, en un país en guerra o en una época de derechos sociales limitados? Las buenas compañías sitúa a su protagonista, Bea (Alicia Falcó), en el País Vasco en 1977. El aborto es ilegal, el feminismo está lejos de conseguir sus reivindicaciones y los homosexuales son marginados. Pero en este clima durísimo, quizás, Bea puede llegar a ser feliz de todas formas. La directora y actriz Silvia Munt elige mostrar la época en la que ocurre esta historia de forma luminosa -estupenda fotografía de Gorka Gómez- antes que con colores grises y sombras opresivas. Y en esta historia, antes que mostrarnos a personajes hostiles que forman parte de una sociedad conservadora, prejuiciosa y, sobre todo, hipócrita, nos muestra que muchos de los que viven bajo el peso de esa moral castradora, son seres humanos solidarios, comprensivos, piadosos. Las buenas compañías es una película muy bonita sobre un drama muy duro. Hay que destacar unas interpretaciones fantásticas: además de una estupenda Falcó, mencionemos a Elena Tarrats, una magnífica Itziar Ituño, y a Iván Massagué y Ainhoa Santamaría en pequeños, pero importantes roles que protagonizan algunas de las escenas más emocionantes de la película. La única pega de esta obra, es, quizás, su empeño en ser un catálago de reivindicaciones: a la lucha por el derecho al aborto, hay que sumar la condena de las agresiones sexuales y de la discriminación LGTBI. Son temas que aparecen bien equilibrados en el argumento, pero quizás habría convenido centrar un poco más el guión en su planteamiento principal. A pesar de ello, Las buenas compañías es un film estupendo sobre cómo buscar la felicidad en los peores tiempos posibles -el aborto no fue legal en España hasta 1985-. Silvia Munt propone la solidaridad, la comprensión del otro, la música y el amor como refugios ante la adversidad.