“Las élites –señala el informe titulado “Gobernar para las élites; secuestro democrático y desigualdad económica”– están secuestrando el poder político para manipular las reglas del juego económico”. Un informe que destaca que la mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo. En el mismo, Intermón publica un conjunto de recomendaciones a los líderes del Foro Económico Mundial, que se reunieron en Davos sin poder acabar –hay quien dice que no eran estas sus intenciones– con las desigualdades sociales. Entre sus propuestas, pidieron que los países se comprometan a no utilizar paraísos fiscales para evadir impuestos, que no se utilice la riqueza económica para obtener favores políticos, que las inversiones sean públicas y que se destine la recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos sanidad, educación y protección sociales universales. “La crisis económica, financiera, política y social que padece España –explica José María Vera, director de Intermón Oxfam– tiene buena parte de su origen precisamente en esas dinámicas perniciosas donde el interés público y los procesos democráticos han sido secuestrados por los intereses de una minoría”. El informe destaca que este foro mundial identificó la creciente disparidad de ingresos como el segundo riesgo más importante a nivel mundial, ya que estima que “está socavando la estabilidad social y atenta contra la seguridad a escala global. No podemos pretender ganar la lucha contra la pobreza sin abordar la desigualdad; esta creciente lacra está creando un círculo vicioso en el que la riqueza y el poder están cada vez más concentrados en manos de unos pocos, dejando al resto de la ciudadanía las migajas”.
El informe explica que “el caso de España es especialmente preocupante” por el efecto de la crisis financiera y de las políticas que se han adoptado, “que han castigado de manera especial a las clases medias y a las personas más desfavorecidas”. Por ello, Intermón Oxfam plantea como urgente: “Tomar medidas claras para reducir la desigualdad, acabar con la riqueza y la pobreza extremas y promover los mecanismos que previenen que los intereses de las élites económicas y financieras sean los que marquen la agenda política, en detrimento de los intereses de la mayoría de la población”. Bonitas palabras, pero sólo queda en eso, en un intento de dejar patente las buenas intenciones.