Francisco Javier Terán Reyes
Existe en Tarifa, varias confiterías con encanto. Pequeñas y coquetas, conocidas por todos como las de Bernal, ya que aunque una se llama la Tarifeña y la otra Pastelería Bernal, ambos propietarios se apellidan igual. El solo pronunciamiento de sus nombres nos evoca lo tradicional y se nos hace la boca agua.
La Tarifeña, ubicada desde 1956 en una de las calles más famosas de Tarifa, aquella que le da nombre a nuestra Patrona, la calle de la Luz. La otra pastelería sin duda es, la de “La Calzada”, la de José Bernal, antiguamente conocida como la Gaditana y que no podía estar mejor situada. Ambas se encuentran en el centro y es, sin desmerecer a otras, el mejor escaparate de nuestros tradicionales y apreciados dulces.
En los obradores se elaboran los dulces por el maestro confitero, transmisor de saberes y secretos de antigua tradición oral, que han pasado de abuelos a hijos y de hijos a nietos. Ambas pastelerías son sabores de infancia, de dulces, como de otras delicadezas que sólo se gozan en días señalados.
De nombre destacado en nuestra ciudad, es la antigua “Cajilla” de Tarifa. Un típico dulce de almendra, de tradición andalusí. Un pastel de fina base de harina de trigo sin refinar, con huevos frescos de las últimas puestas. Pasta de almendra en su interior y una tapa de azúcar blanca glaseada. Es natural que esta ambrosía delicada y exquisita no falte en fiestas como celebraciones onomásticas o Navidad. Precisamente este manjar para el paladar solo se fabricaba con la llegada de estas fechas navideñas. Sin embargo la ley de la oferta y la demanda, y una mejora del mercado ha hecho que "la Cajilla" pueda ser degustada durante cualquier época del año.
Las cajillas de Tarifa son el Taj-Mahal de los pasteles. Fantasía de la repostería, donde la almendra se convierte en algo mágico en la boca que te evoca entusiasmo e ilusión traducido en una explosión de sabores que nos traslada a épocas y culturas de donde procedemos y nos llevan a nuestra más entrañable infancia.
La cajilla es frágil como ese palacio blanco, tan frágil que con un sólo dedo derribarías sus torres y empezaríamos a relamer sus dulces muros glaseados. Al igual que el palacio fue un regalo de amor de un sultán en honor a la mujer de su vida, las cajillas de estas pastelerías es una muestra de amor de la familia Bernal a Tarifa. La sensibilidad de este trabajo es traducido aquí en la belleza de los sentidos. Después de esto, no hay duda, que a nadie le amarga un dulce.
El otro gran dulce típico de estas fechas digamos que es el Roscón de Reyes. La tradición del Roscón siempre se asocia a los Reyes Magos, aunque realmente no tiene nada que ver con ellos. No es que vayamos a quitar la mula y el buey, ¡Dios me libre!, sino que cuentan que la tradición de este dulce se remonta a los tiempos del Imperio Romano. En aquél entonces eran unas tortas dulces que se repartían entre la gente. Aquél que encontraba el haba que se escondía en su interior era tratado como un rey el resto del día.
Fuente: Francisco J. Terán Reyes