Las caligae. el calzado del legionario romano.

Por Historiayromaantigua

Una colaboración de Ivan La Cioppa

Este tipo de calzado militar, utilizado hasta el siglo II, identificaba la condición de soldado al que, de hecho, también se le llamaba “caligato”.  


Inspirado en las «caligae» fue por ejemplo el apodo de un emperador romano que todos conocemos bien: Calígula. Suetonio nos cuenta que, de niño, vivió en los campamentos de legionarios, cerca de su padre Germánico y, como podemos imaginar, le encantaba imitar a los soldados y jugar a la guerra, así que le hicieron unas «caligulae» (pequeñas «caligae» de su medida) de las que deriva el apodo que le marcará de por vida.  

El nombre de este calzado tan típico también aparece en un dicho que se refiere a otro emperador, Maximino el Tracio, el primer bárbaro que vistió de púrpura, que era de origen humilde, además de provenir de los rangos inferiores del ejército. Célebre por su colosal tamaño y longitud de los pies, se acuñó la expresión “ser una «caliga» de Maximino”, que aludía a la aspereza y falta de nobleza de una persona. 


La «caliga» estaba compuesta por varias tiras de cuero que envolvían el pie completamente, evitando así la aparición de ampollas y enfermedades como la dermatofitosis. Al ser un calzado “abierto”, permitía la transpiración y mantenía siempre el pie seco (sujeto a mayor transpiración en un calzado cerrado).En regiones con un clima cálido o templado, los legionarios usaban sus «caligae» sin calcetines mientras que en lugares fríos como Alemania o Gran Bretaña, usaban incluso varios pares de calcetines sobrepuestos. Otra característica era la suela claveteada; gracias a ello, el pie se adhería mejor al terreno e incluso podía usarse como arma. 
Lamentablemente, esta solución se convirtió en un problema grave en pavimentos o piedras lisas:  Flavio Josefo cuenta que un centurión llamado Julián, durante el asedio de Jerusalén, resbaló en el suelo del templo y fue rodeado y masacrado por los rebeldes judíos. Precisamente para evitar resbalones, los pretorianos que servían en los palacios de piso liso, lucían las llamadas «caligae speculatoriae», sin remaches, las mismas que utilizaban los «speculatores» (de donde viene su nombre) que, realizando actividades de reconocimiento y, en ocasiones, de espionaje, necesitaban calzado ligero y silencioso. 
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