Este invierno no está siendo muy severo, apenas hemos tenido una ola de frío que se haya manifestado constante, si no fuera porque estamos teniendo demasiado viento podría considerarlo mi invierno ideal, yo que amo tanto el calor, ha habido días que hemos superado los veinte grados, una delicia, lástima que nos han pillado demasiado abrigados y hemos sudado más de la cuenta. A veces lo que nos ha hecho sudar no ha sido el exceso de temperatura sino el bochorno que nos ha entrado al ver cómo se comportan los señores y señoras que nos gobiernan, y eso que algunos nos creíamos curados de espanto.
Cuando recogía a Adriana me ha sorprendido la música que estaba sonando, una vez más iba desprevenido, a pesar de que un cartel anuncia lo que toca cada día -me gustaría saber cuántos padres hacen caso del papel plastificado pegado a la verja-, y no era una música para sorprenderse, es lo de más trillado que podemos encontrar en lo que se desgraciadamente se llama música clásica, sobre todo cuando lo que suena pertenece al Barroco. Aunque debo decir que lo que me hubiera tocado escuchar en circunstancias normales, si hubiera ido, como siempre, a recogerla por la tarde y no a medio día, como lo he hecho hoy, era el Concierto para dos mandolinas.
Las cuatro estaciones de Vivaldi no necesita presentaciones, sólo diré que es una música que mil veces que la escucho y mil veces que me parece maravillosa, incluso distinta. Es asombroso. También lo es que vaya a sonar en el blog, creo que nunca imaginé que las llegaría a poner, pues son como el ABC de esa música que llaman clásica.
A mí siempre me ha gustado la interpretación de Fabio Biondi y su Europa Galante, me hice a ella, en su versión comercial, desde el primer momento. Hoy os voy a dejar una interpretación en vivo: