Las cartas de amor de Rosa Luxemburgo

Publicado el 13 noviembre 2018 por Marisol Marisol Fernández Recalde

En la época de los cambios ideológicos, en que se debatía sobre comunismo y capitalismo, una mujer fuerte y valiente dio unas aportaciones polémicas a lo que sería el debate socialista. Esta mujer era nada más ni nada menos que Rosa Luxemburgo.

Años después de su muerte, las personas la recordarían como una revolucionaria, que apoyaba el socialismo y la libertad. También fue conocida por sus escritos, en donde especificaba claramente lo que quería y sentía. Pero sus mejores escritos son aquellas que van más por lo sentimental: las cartas de amor que fue escribiendo a su amado en contadas ocasiones. De esta manera, se revela el lado tierno y pasional de una mujer lúcida y de carácter fuerte que, día a día, luchaba por tener su lugar a pesar de su condición de mujer. Son en esas cartas donde, posiblemente, descargaba sus sentimientos y sus desilusiones sobre su lucha y su vida cotidiana.

En una de sus cartas, pareciera que estaría suplicando a su amor a que regresara. A continuación, se redactará un fragmento de la carta tal como Rosa lo ha escrito:

“Querido, ¿cuándo terminará esto? Empiezo a perder la paciencia, no se trata del trabajo, sino únicamente de ti. ¿Por qué no has venido aquí, a reunirte conmigo? Si te tuviera conmigo, ningún trabajo me daría miedo. Hoy, en lo de Adolfo, en medio de la conversación y de los preparativos de la proclama, de golpe sentí en mi alma tal fatiga y tal nostalgia de ti que casi grité en voz alta. Tengo miedo de que el antiguo demonio (el de Ginebra y Berna) salte de pronto en mi corazón y me conduzca a la estación del Este” (Paris, 5 de abril de 1894)

Otro ejemplo de una carta de Rosa, en la que muestra aquel sentimiento propio de una mujer enamorada, es esta:

“No puedo trabajar. Mi pensamiento se vuelve hacia ti constantemente. Es necesario que te escriba unas líneas. Querido mío, mi amado, en este momento no estás aquí, cerca de mí, pero toda mi alma está llena de ti, te abraza.(…) Quiero amarte, quiero que reine entre nosotros esa atmósfera dulce, confiada, ideal, como era entonces. Tú, mi querido me comprendes a menudo de una manera simplista. Siempre crees que gruño porque te vas o algo parecido. Y no puedes concebir que lo que me daña profundamente es que nuestra relación es para ti algo estrictamente exterior. Oh, no digas, mi querido, que no comprendo, que no es exterior de la manera en que yo lo entiendo. Sé, comprendo lo que eso quiere decir, comprendo porque siento” (Suiza, 16 de julio de 1897)

En estas y otras cartas más, esta luchadora refleja un sentimiento de amor. Más bien, un deseo de tener una vida tranquila, al lado de la persona a quien ama, en donde puedan vivir juntos en una casa y formar una familia feliz. Lastimosamente, esos deseos no pudieron ser cumplidos. No pudo realizar el sueño de ser madre ni tampoco de vivir al lado de su querido. Es más, empieza a sentir rencor por ser arrastrada al mundo de la política a causa de él. Y en esta corta carta, refleja ese rencor diciendo:

“Te he odiado porque tú me encadenaste a esta actividad maldita. Ayer estaba dispuesta a largar de un golpe esta maldita política, o más bien su parodia sangrienta, y a “silbar” sobre el mundo entero” (Berlín, 30 de abril de 1905)

Muy pocas son las mujeres que lograr mezclar varios sentimientos a la vez. Rosa supo hacerlo mediante sus cartas y escritos, demostrando que era una mujer inteligente y culta, sin dejar de lado su lado pasional y tierno. Como toda persona, ella se manejaba por medio de lo que sentía en esos años de lucha ideológica. No se sabe bien si sintió desilusión al ver que sus sueños no se cumplían. De seguro, y juzgando por sus cartas, hubo momentos en que no quiso saber más nada y dejarlo todo para vivir en paz. Pero sentía una gran responsabilidad por el pueblo y la política, por lo que tenía que volver a levantarse, trabajar y no parar de reclamar libertad y que las personas se rebelaran en contra del régimen establecido en ese entonces. Por lo tanto, hay que tener en cuenta la forma en que llevó a cabo su lucha diaria. Una lucha que perduró durante toda su vida, hasta el día de su asesinato. Por suerte, quedó su recuerdo y sirvió de ejemplo para todos aquellos que, día a día, luchan por sus ideales y sus pasiones sin importar las consecuencias que lleven sus actos.

Este texto es el fragmento de un artículo que publiqué originalmente en mi blog Filodivague. Para leerlo completo, hagan clic en el siguiente enlace:  https://filodivague.wordpress.com/2014/05/19/rosa-luxemburgo/

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