Las cifras del hambre

Publicado el 14 septiembre 2018 por Santamambisa1

Por Daina Caballero

El mundo está perdiendo la guerra contra el hambre. En una época donde innumerables y asombrosos adelantos científicos marcan pautas, la tecnología nos hace vivir en un mundo que casi limita con la ciencia ficción, donde el arte rebasa las fronteras de lo clásico y se vuelve cotidiano, parecería absurdo pensar que una de las mayores crisis que enfrenta el planeta tierra es causada por el hambre.

Unos 124 millones de personas en 51 países se vieron afectadas por la inseguridad alimentaria aguda en el 2017, 11 millones más que el año anterior, según la última edición del Informe mundial sobre crisis alimentarias.

El espectacular aumento en el precio de los alimentos que se ha registrado a nivel mundial desde el año 2008 es lo que llamamos, de modo generalmente aceptado, como Crisis Alimentaria.

El problema es bastante serio. De acuerdo con los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras organizaciones mundiales que atienden este tema, las crisis alimentarias están cada vez más determinadas por causas complejas, como los conflictos bélicos, los fenómenos meteorológicos extremos y los elevados precios de los alimentos básicos, factores que a menudo coinciden al mismo tiempo.

Pero los conflictos se erigen como motivo principal de la inseguridad alimentaria aguda en 18 países, 15 de ellos situados en África o en Oriente Medio, afectando a 74 millones de personas.

«En Siria antes del inicio de la guerra civil la mitad de la población estaba ocupada en el sector agrícola, pero este sector fue destruido por el conflicto y de momento la producción alimentaria se encuentra en el nivel más bajo de la historia», afirmó recientemente Jose Graziano da Silva, director general de la FAO.

Por otra parte, los desastres climáticos, principalmente la sequía, fueron también factores importantes en el origen de crisis alimentarias en 23 países, dos tercios de ellos en África, continente más afectado por este flagelo, y fueron responsables de la inseguridad alimentaria aguda de unos 39 millones de personas.

EN EL CASO DEL CARIBE Y CENTRO AMÉRICA, EL MAYOR PROBLEMA ESTÁ CONCENTRADO EN HAITÍ

Después del golpe del huracán Matthew, sumado a una pobreza estructural y una sequía exacerbada por El Niño, 3,6 millones de haitianos sufrieron la inseguridad alimentaria y quedaron en una posición de alta necesidad de asistencia.

Según Graziano da Silva, en su artículo «Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos es fundamental», el desperdicio de alimentos es otra falla monumental en el funcionamiento de nuestros sistemas alimentarios.
«La pérdida de alimentos a nivel mundial es apabullante: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de todos los alimentos producidos se pierde en algún punto de la cadena alimentaria, son descartados por vendedores o desperdiciados por los consumidores».

Las cifras son alarmantes: a nivel mundial, la pérdida y el desperdicio de alimentos consume el 30 % de la tierra dedicada a la producción de alimentos y el 25 % del agua utilizada en la agricultura. Generan costos anuales estimados en 2,6 mil millones de dólares: 700 000 millones se relacionaron con costos ambientales y 900 000 millones con costos sociales.

Un mejor uso de los abundantes alimentos que ya producimos también podría prevenir la deforestación y la destrucción de los ecosistemas y la biodiversidad. Pero «este es un desafío que va mucho más allá de la agricultura sostenible y requiere ajustes en el sistema alimentario en general. Todos deben unirse; los gobiernos, el sector privado y los consumidores. Los minoristas y los supermercados deben ser aliados clave en esta lucha», explica Graziano da Silva.

QUIÉNES JUEGAN CON NUESTRAS TIERRAS

Garantizar el acceso a alimentos adecuados, nutritivos e inocuos para una población en aumento es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. El problema se ve agravado al intensificarse la competencia por los escasos recursos naturales y al dejarse sentir los efectos adversos a largo plazo del cambio climático.

Las recientes estadísticas sobre el acaparamiento de tierras por consorcios transnacionales abren un profundo debate acerca de la utilización de las mismas, la importancia de la agricultura para la supervivencia, la soberanía de las comunidades sobre sus territorios ancestrales y el desarrollo económico global.

Con las políticas neoliberales, los países en vías de desarrollo han abierto las fronteras a la importación de productos agrícolas provenientes de Estados Unidos y Europa, muchas veces subvencionados y que se venden por debajo del costo de producción.

Los alimentos viajan miles de kilómetros para ir desde el país productor hasta nuestras mesas. Lo que antes se producía a pocos kilómetros, ahora muchos países lo importan de otros continentes.

Todo el circuito está en manos privadas e integrándose aún más. Este año hemos sido testigos de la venta de Monsanto al consorcio alemán Bayer, el cual lo convierte de facto en la compañía global con mayor impacto y poder de manipulación sobre el sector de los alimentos, los gobiernos han perdido prácticamente cualquier capacidad de regulación o control y hasta la posibilidad de definir qué alimentos tiene que producir un país.

De esta manera irrumpen las grandes transnacionales de la producción e importación de alimentos en nuestras tierras. América Latina y el Caribe es un blanco declarado.

Según analistas, en Latinoamérica hay un gran potencial agrario gracias a las características favorables del clima y suelos –que permite desarrollar casi todo tipo de cultivos–, y a su localización geográfica en el comercio mundial, por lo cual se ha convertido en el objetivo de grandes negociaciones de áreas cultivables por parte de transnacionales que ven en ella una fuente permanente de recursos naturales.

En el análisis sobre el acaparamiento de tierras realizado por el Banco Mundial en el 2011, se habla de 56 millones de hectáreas negociadas en acuerdos reconocidos como tal, y se llegó a la conclusión de que el 80 % de estas no habían sido usadas ni aprovechadas.

Irónico o no, la crisis que experimenta el sector alimentario, definitivamente no es algo pasajero. Diversos factores influyen de manera directa en este problema, convirtiéndola en una crisis con prolongación y proyección, sin una solución clara.

La situación, hasta hoy, muestra sus consecuencias. El gran desastre alimentario es, sin duda, el resultante de políticas económicas y ambientales dolorosas, articuladas para satisfacción de las ambiciones de una minoría, en deterioro del bienestar de la población más vulnerable.