- Hay que tratar de conciliar intereses, no posiciones. Los intereses definen el problema. Hay que poner en claro qué intereses hay detrás de las posiciones enfrentadas; seguro que hay intereses que son comunes. Hay que empezar por ellos, usarlos como la base sobre la que tratar de construir el acuerdo.
- Preguntar “por qué” y “por qué no”. Explorar las opciones propias y del otro.
- Asumir que cada parte puede tener (y normalmente tiene) múltiples intereses a los que ha de satisfacer en la negociación, aunque seguramente ambas partes ya entienden que colmar todos los intereses será imposible. Hay que llegar a una buena combinación de los mismos.
- Los intereses más importantes suelen tener que ver con las necesidades básicas:
- Seguridad (física y económica)
- Sentido de pertenencia
- Reconocimiento
- Control sobre la propia vida
- Es aconsejable hacer una lista tanto de los intereses propios como de los de la otra parte, sea porque nos los dice o porque los suponemos.
- Porque hay que tratar de explicarse los intereses mutuos.
- Hay que confirmar a ls otra parte que se han entendido cuáles son sus intereses.
- A la hora de proponer soluciones, hay que empezar por exponer los problemas y los intereses que se ven afectados, para que la otra parte entienda la congruencia de la propuesta de solución que se hace.
- Hay que proponer soluciones que dejen abierta la posibilidad de buscar soluciones a los problemas que encajen los intereses de otro modo.
- Hay que mirar adelante y no recrearse en lo pasado
- Hay que insistir en la defensa de los propios intereses, pero sin atacar personalmente a la otra parte. Es un ejercicio difícil, pero clave para tratar de llegar a un acuerdo mutuo.