Tenemos un problema. Es más, tenemos un problema ahora y lo hemos tenido desde hace bastante tiempo. No, aún más, tenemos un problema, lo hemos tenido desde hace bastante tiempo y dudo mucho que se vaya a solucionar algún día. Y es que cada uno de nosotros quiere ser el mejor. Alguno puede decir ahora que no, que eso no va con él o ella, que es feliz pasando desapercibido, sin tener que aguantar una presión extra de admiración u odio, o vete a saber tú qué otra manía persecutoria. Y me parece muy bien, pero dudo mucho que a nadie le guste ser halagado, que le digan que ha hecho un buen trabajo o le alcen muchos pulgares y le guiñen ojos en señal de “Tío (o tía), molas por esto”.
A mi me gusta. Si dedico horas a una tarea concreta, en la que he puesto ilusión, ganas y nada de sangre (que no estamos para tirarla), prefiero que me señalen y me congratulen por ella, aunque sólo lo haga una persona. Es lo normal siempre que se haya realizado un trabajo decente para el punto de vista del espectador. Yo soy feliz, él o ella es feliz, todos felices, vámonos de cañas.
Pero paralela a esta corriente de felicidad, existe otra que busca el mismo fin pero con unas artes mucho más oscuras y pérfidas. Ocurre cuando alguien desea empequeñecer los posibles méritos ajenos, o lo que es lo mismo, engrandecer los suyos a base de despreciar las obras y hazañas que no son fruto de su mano. Ey, a Steve Jobs le funcionó, ¿no?. Pero existe una delgada línea que separa esta determinación del puro cinismo, y cruzarla es tan sencillo como ejercer una de las labores más sanas de la democracia, entrar en debate.
Cuando alguien patea la puerta del Saloon del pueblo, mira a los que allí se reúnen alrededor de la pianola y sus tristes vasos de whisky y vocifera “MI CABALLO ES EL MEJOR”, existe un 99% de posibilidades de que alguien se alce de su silla airado y le escupa a la cara, empezando la clásica pelea del oeste en la que, nunca sabré cómo, alguien acaba colgado de la pendulante lámpara. Hoy en día a un Saloon se le llama foro o sección de “comentarios” de un blog.
Y la mejor forma de empezar a comparar los caballos es plantar una comparativa gráfica en vídeo (o más triste aún, en imagen estática) entre las versiones de Xbox 360 y PS3 de un mismo juego. Os suena, ¿verdad? ¿Sois de esos que pulsa el botón de play en esa clase de confrontaciones? Bueno, pues según mi opinión estáis perdiendo el tiempo.
Gamer buscando diferencias gráficas
Pero voy a intentar ser pragmático. Supongamos el caso ideal, donde se supone que esas comparaciones tienen algo que aportar, es decir, alguien que ha ahorrado lo suficiente como para tener una Xbox 360 y una PS3 en casa. El pobre diablo o diablesa está dudando seriamente sobre qué versión de Spec Ops: The Line (juegazo) comprar. Duda mucho y muy fuerte, tanto que suda dudando. Así que acude a su blog de videojuegos de cabecera, ese en el que a cada mes aparecen tres o catorce comparativas gráficas. Espera resolver su encrucijada gracias al buen hacer del pringado que ha montado el vídeo, pero ¡OH! ¿qué es eso? si las dos versiones son casi idénticas gráficamente. Fin de la historia. A seguir dudando.
Esta situación se daría en un mundo ideal, en el que todos respetáramos a nuestros semejantes y no juzgáramos al prójimo. Pero no vivimos en la calle de la piruleta, como diría el señor Simpson. El propósito principal de estas video-comparativas es el de sacar nuestro yo primigenio, el que suelta baba por la comisura de la boca, boca que utiliza para vociferar que su consola es la mejor. Las cosas como son, todos hemos pasado por esa fase, y muchos viven en ella sin saberlo, hasta que les tocan los resortes apropiados que activan el modo berserker. Aquí algunos pueden extrapolar la situación a otros ámbitos como el fútbol o los móviles, para el caso es lo mismo.
Pero sin perder el foco de lo que yo creo que es un problema, por lo menos interesante, realizar comparativas gráficas entre sistemas de consolas de la misma generación (fans de Wii, aquí no entráis vosotros) me parece una inútil estupidez. Bueno, rectifico, sí que cumplen una función, la de comparar caballos en el Saloon, lo cual en Internet se traduce en largas y poco meditadas discusiones sobre quién posee el mejor sistema en su casa. Quién es el que hizo la mejor compra. Quién fue más sabio a la hora de invertir su dinero. Quién puede sacar pecho porque eligió comprar una obra de ingeniería que llevó años de trabajo. En resumen, quién tiene el mejor caballo.
Y mientras esto ocurre, el blog de videojuegos de cabecera ve cómo aumentan sus números en Google Analytics y sus posibilidades de vender un espacio para un banner publicitario ensalzando las ventajas del último juego online gratuito que no conoce ni el tato. Y todo eso con una simple comparativa que ni siquiera ofrece un juicio propio, para eso están los jugadores, cada uno peleando a comentario pelado por ser el mejor.
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