Queramos o no, nosotras, como madres, y nuestros peques, como hijos, somo un jugoso manjar para todo aquel que le gusta entrometerse en la vida de los demás. Cualquier padre o madre, o abuelo o abuela, por el mero hecho de serlo se cree con derecho a decirte qué es lo que haces mal y lo caprichoso y mimado que estás educando a tu hijo. Claro está que normalmente este tipo de personas son las mismas que nunca te darán una palmita en la espalda cuando haces las cosas bien, sólo saben criticar a lo destructivo. Que si le das muchas chuches al peque, que si come poco, que si lo cojes demasiado en brazos…Siempre va bien que te den consejos (y los agradezco) pero de dar consejos a meter el dedo en la llaga una y otra vez va un buen trecho.
Al principio de ser madre primeriza te dejas guiar mucho por la gente de tu alrededor (incluso demasiado) hasta que te das cuenta que ellos no son ni mejores ni peores de lo que tu también puedes serlo y prefieres coger las riendas del asunto y elegir por ti misma el cómo criar y educar a tu hijo. Soy de las que opino que de maneras de criar y educar a un hijo las hay tantas como padres y madres hay en este mundo, y todas son respetables siempre que se haga con sentido común y mucho amor.
Y no me diréis que una de las comparaciones más odiosas son las que hacen en relación a la comida. El peque está genial de altura, de peso, de salud…pero eso no es suficiente, siempre habrá alguien que te diga un “que si come poco”, “que si tendrías que darle más sólido”, “que ya no tendría que tomar biberón”, “que tendría que comer más fruta”… grrrr grrr. Pero a ver, seamos un poco sensatos! a nosotros, los adultos, ¿nos gusta todo? ¿comemos de todo? ¿y nos zampamos tres platos de garbanzos al mediodía? entonces, ¿cómo nos dignamos a dar este tipo de consejos cuando ni tan siquiera nosotros, los adultos, los practicamos?
Harta de estas comparaciones y de estos pesados consejos compartiré con tod@s vosotr@s, a través de diferentes posts, unas cuántas respuestas que he ido encontrando a lo largo de estos 27 meses de madre. Ya me diréis si os veis reflejad@s en alguna de ellas.
Aquí os dejo la primera parte:
2. No todos los niños necesitan comer la misma cantidad. Aquí viene la comparación más odiosa: “el peque de Grimesilda come más que el tuyo y tiene la misma edad”. A ver, está demostrado científicamente que cada persona necesita un aporte calórico diferente, así que no se puede comparar a todos los peques con el mismo rasero! Hay peques que tienen suficiente comiendo como un pajarito y otros que comen como un elefante. Al igual que hay peques más altos, más bajos o de complejidad más delgada o más obesa. Creo que el error es que cuando decimos “este niño no come nada” lo que queremos decir es “este niño no engulle todo lo que creo que necesitaría engullir”.
3. Si le baja el apetito, busquemos la raíz del problema en vez de obligarles a comer con un embudo. Como he dicho antes, si un
continuará…