Hay ciertas circunstancias de la vida que nos ponen a prueba y que nos piden poner en acción todo nuestro talento y nuestros valores a fin de avanzar en pos de nuestras metas. Estas experiencias que marcan un quiebre en la deriva de nuestra vida pueden ser la pérdida de un ser querido, una enfermedad, una separación de nuestra pareja, un despido o cambio de trabajo, una mudanza a un país desconocido, etc. Funcionan como bisagras y marcan un antes y un después.
Con frecuencia son inesperadas y, por el dolor que conllevan, las convertimos en no deseadas. Pero son parte de la impermanencia a la que nos expone la vida y están dentro del “menú” al que estamos expuestos. Me gusta considerarlas oportunidades para definir quién somos y quienes queremos ser, a partir de la forma en la cual elegimos responder a ellas.
Muchas veces en medio de este tipo de circunstancias nos carcome la duda sobre cómo actuar, qué hacer… Como en el camino del héroe de Joseph Cambell, se nos acercan aliados que nos orientan. Pero también aparecen esos otros pseudo aliados o anti aliados, o lobos disfrazados que suelen decirnos sólo aquello que nos gusta escuchar, y no guías confiables hacia nuestro crecimiento.
¿Acaso no consultaste alguna que otra vez, ante una situación de estas características, a una persona a sabiendas, en el fondo, que sus palabras sólo justificarían tu propia postura?
Nos atraen estos pseudo aliados, porque nos venden el “diario de Yrigoyen” hecho a la medida de lo que queremos escuchar.
Pero ¿qué consecuencias trae a nuestro crecimiento que nos adoren y nos justifiquen? No nos puede traer nada bueno.
Es clave para cualquier persona, pero en particular para quienes tienen posiciones de liderazgo, rodearse de verdaderos aliados, de esos que no sean obsecuentes.
Es un gesto del más puro amor de un amigo o compañero, darnos una mano en una situación difícil, y especialmente cuando lo que tenga para darnos nos duela o nos enfrente a nuestros propios monstruos.
Por eso, para tomar decisiones cruciales de mi vida, valoro tener cerca a personas que me ayudarán a fortalecerme como persona.
Y traigo para cerrar una frase de Mahatma Ghandi :
Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad .
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso, si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
¡Señor…..si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí!
Por Víctor Raiban.