Hay determinadas acciones militares a lo largo de la historia y en según qué conflictos bélicos que han causado consecuencias de enorme magnitud y provocado o bien la declaración de guerra por parte de una serie de países hacia otro estado, el que ha iniciado las hostilidades, o bien la rendición del país sobre el cual se ha producido la eventualidad militar.
6 de agosto de 1945. El paso del tiempo tal vez ha provocado el olvido de un hecho importante, de una acción militar de consecuencias insospechadas, dado que hasta aquel momento no se había materializado un ataque de tales características como el producido aquel día de verano de 1945 o el de tres días después de ese mismo año en una localidad cercana. Aquel "lejano" día del mes de agosto cayó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba atómica. La segunda cayó tres días después, 9 de agosto, en otra localidad nipona: Nagasaki.
Mas hasta llegar a este punto de la historia de la II Guerra Mundial y de la Humanidad sucedieron toda una serie de capítulos bélicos enmarcados en el desarrollo de la segunda gran contienda bélica del siglo XX que desembocaron en este hecho.
En mayo de 1945 la Alemania nazi tras observar cuán de rápido avanzaban las tropas aliadas en territorio alemán, cómo estaban perdiendo algunas posiciones estratégicas, cómo el ejército ruso lograba entrar en las calles de Berlín y cómo moría-se suicidaba su máximo representante militar y líder alemán, Adolf Hitler, decidió capitular. Pese a este hecho la II Guerra Mundial no había concluido del todo, seguían los movimientos militares, las escaramuzas en las trincheras. Japón aun seguía combatiendo sin ofrecer ningún tipo de rendición.
Entre mediados del mes de julio y primeros días del mes de agosto de aquel 1945 se produjo una importante reunión entre la Unión Soviética, Reino Unido y los Estados Unidos, las potencias más representativas de los aliados que habían participado en intentar derrocar a las potencias del Eje (formadas por Alemania, Italia y Japón).
Conocida como la Conferencia de Postdam los tres estados aliados acordaron, entre otros aspectos de relevancia, la administración de Alemania y ciertos términos de rendición, entre ellos un ultimátum, para el país nipón, el único de los países del Eje que aun seguía combatiendo, así como pautaron las bases de lo que había que hacer con Japón y la posguerra.
Cuestiones de calado geopolítico y posibles tensiones entre la Unión Soviética y los Estados Unidos propiciaron que los americanos, con el beneplácito del presidente Rossevelt y de Henry Truman, tras la muerte del primero, llevaran a cabo una serie de pruebas militares de enorme calado relacionadas con la energía atómica.
La negativa, el rechazo al ultimátum de finales del mes de julio por parte del Primer Ministro japonés, Kantaro Suzuki, ciertos movimientos y declaraciones de Stalin, líder ruso, del que recelaban los estadounidenses, amén de la última batalla que fue una auténtica derrota, con gran cantidad de bajas, entre estadounidenses y japoneses (la Batalla de Okinawa entre mayo y julio de 1945), llevaron al siguiente movimiento militar: el lanzamiento el 6 de agosto sobre la ciudad nipona de Hiroshima, y tres días después sobre Nagasaki, de sendas bombas atómicas.
Ni la población civil japonesa ni el mismo estamento militar nipón podía llegar a pensar que aquel B-29, bombardero cuatrimotor de hélices empleado en los últimos años de la II Guerra Mundial por los Estados Unidos, pilotado por Paul Tibbets, piloto de la Fuerza Aérea Estadounidense, que sobrevolaba en solitario el cielo de Hiroshima, y días después sobre Nagasaki, transportase una carga tan destructiva.
El 15 de agosto de 1945, tras la evaluación de los daños materiales y humanos (cerca de 150 mil víctimas mortales en Hiroshima y más de 70 mil en Nagasaki, así como de otras miles de muertes en el transcurso de la guerra), Japón, a través de su emperador Hiro-Hito comunicó a la población, y al mundo entero, su rendición.
Yo, el Emperador, después de reflexionar profundamente sobre la situación mundial y el estado actual del Imperio Japonés, he decidido adoptar como solución a la presente situación el recurso a una medida extraordinaria. Con la intención de comunicároslo me dirijo a vosotros, mis buenos y leales súbditos.
He ordenado al Gobierno del Imperio que comunique a los países de EEUU, Gran Bretaña, China y Rusia la aceptación de su Declaración Conjunta.
Ahora bien, conseguir la paz y el bienestar de los súbditos japoneses y disfrutar de la mutua prosperidad y felicidad con todas las naciones ha sido la solemne obligación que me legaron, como modelo a seguir, los antepasados imperiales y de la cual no he pretendido apartarme, llevándola siempre presente en mi corazón.
Por consiguiente, aunque en un principio se declarase la guerra a los dos países de EE.UU. y Gran Bretaña, la verdadera razón fue el sincero deseo de asegurar la autoconservación del Imperio y la seguridad de Asia Oriental, no siendo en ningún caso mi intención, el interferir en la soberanía de otras naciones ni la invasión expansiva de otros territorios.
Sin embargo, la guerra tiene ya cuatro años de duración. Y a pesar de que los generales y soldados del ejército de tierra y marina han luchado en cada lugar valientemente, los funcionarios han trabajado en sus puestos realizando todos los esfuerzos posibles y todos los habitantes han servido con devota dedicación, poniendo cuanto estaba en sus manos; la trayectoria de la guerra no ha evolucionado necesariamente en beneficio de Japón y la situación internacional tampoco nos ha sido ventajosa. Además, el enemigo ha comenzado a utilizar una nueva y terrorífica arma, cuyo poder destructor es incalculable, y que causa sus víctimas entre la población inocente. Si continuásemos luchando, el resultado no sólo consistiría en la destrucción y aniquilación del pueblo japonés, sino que también conduciría a la extinción de la civilización humana (...).Y si esto fuese así, cómo podría proteger a mis súbditos, mis hijos, y cómo podría solicitar el perdón ante los sagrados espíritus de mis antepasados imperiales. Esta es la razón por la que he obligado al Gobierno del Imperio aceptar la Declaración Conjunta de las Potencias.
(Fragmento de la declaración del emperador nipón extraído de: Eurasia 1945 )
Permitidme que haya ofrecido una pincelada algo extensa de este capítulo de los últimos momentos de la II Guerra Mundial, mas creo que era, y es necesario, para compartir mis impresiones acerca de la última obra leída y que tiene como telón de fondo la ciudad de Hiroshima y las consecuencias derivadas del impacto de una bomba atómica en la mañana del 6 de agosto de 1945.
De la II Guerra Mundial he podido leer en los últimos años algunas novelas, u obras ilustradas, que abordaban desde diferentes perspectivas y con matices variados algunos de los capítulos de esta segunda gran contienda bélica del siglo XX, sobre todo capítulos relacionados con la Alemania nazi y el Holocausto (en este blog he podido compartir algunas de ellas a lo largo de la existencia de este espacio como La historia de Erika, por ejemplo), mas hasta ahora no había podido leer ninguna que hiciese referencia a un hecho como el de la bomba atómica de Hiroshima.
De nuevo la literatura japonesa, más allá de Murakami, me lleva a conocer otro autor y otro tipo de novela, una obra de la que había visto alguna referencia, pero hasta que no la tuve físicamente en mis manos no me atreví a leerla.
Publicada inicialmente de forma seriada en 1965, y un año después como libro, Lluvia negra, del autor nipón Masuji Ibuse, hace un retrato de las consecuencias de la bomba atómica en Hiroshima y los interrogantes que tiene la población sobre lo que ha sucedido realmente, sobre qué ataque con final tan devastador ha sufrido.
Yasuko es una joven que pocos años después del suceso de 6 de agosto en Hiroshima está inmersa en toda clase de rumorología acerca de si puede o no contraer matrimonio dada la existencia de dudas y dados los rumores que apuntan que como consecuencia de los efectos de aquella bomba ha contraído la enfermedad de la radiación. Su tío, Shigematsu Shizuma, decide ante una eventual propuesta matrimonial que un médico acredite un certificado sobre la salud de su sobrina. Ante la acción de su familiar la joven Yasuko le entrega un diario de lo vivido aquellos días de mes de agosto de 1945.
Masuji Ibuse, el autor de esta novela, va intercalando a lo largo de toda la obra lo expuesto en el diario de la joven con la historia de lo sucedido, así como la mención de ciertos documentos oficiales relacionados de una manera u otra con el bombardeo.
Conforme va transcurriendo la acción narrativa y conforme uno va pasando las páginas se va descubriendo a través de lo vivido por Yasuko y de otra serie de personajes secundarios cómo es la reacción de cada uno de ellos desde el primer momento que estalla la bomba, qué van descubriendo (cómo quedan los edificios o ciertos elementos materiales, o los animales o las plantas de los alrededores) y cómo afecta esta bomba sin saber realmente la clase de artefacto explosivo que es.
La cultura del esfuerzo de la población nipona también se ve reflejada en algunos fragmentos de la obra, o también apuntar, cómo recibía la población el hecho que ciertos ciudadanos con la enfermedad de la radiación no aportasen su granito de arena en las labores comunitarias.
" Tanto el doctor de la clínica como el especialista de corazón en Fuchu habían sugerido que la pesca era una actividad sumamente recomendable en los casos de enfermedad de la radiación, tanto desde el punto de vista psicológico como porque en la dieta suponía una cuota suplementaria de grasa. [...]
Aun así, el hecho de que una persona fuera a pescar cuando lo que cabría esperar de ella era que se dedicara a otros asuntos más apropiados para su edad, constituía también un motivo de resquemor para aquellos otros que no hacían sino trabajar."
Es esta una novela de un autor japonés, casualmente nacido en un pueblo de la Prefectura de Hiroshima y que vivió el final de la guerra y por consiguiente lo sucedido en su localidad natal, pero no se trata de una obra de exaltación nacional en el sentido de exponer las bondades del pueblo japonés y la crueldad del ejército estadounidense. Sí, es una obra literaria contextualizada en un hecho como el de la bomba atómica caída en la mencionada localidad nipona, pero la mirada que aporta el autor va más allá.
Con esta novela el autor consigue profundizar en los horrores de la guerra, en las secuelas padecidas por los diferentes sectores de la población nipona tras el estallido de la bomba, en cómo el estamento militar o algunos miembros de dicho estamento, actúan ante la carencia de provisiones, en cómo los hospitales no dan abasto ante la enorme cantidad de víctimas que van llegando a los distintas dependencias sanitarias, así como el desconocimiento acerca del tratamiento a llevar a cabo,
" La mañana del 8 de agosto se anunció de improviso que el número de pacientes era excesivo para la capacidad de acogida del centro, y que algunos tendrían que ser trasladados al hospital del ejército situado en Shobara,al norte del mismo distrito..."
El número de heridos que iban llegando era, por supuesto, mucho más elevado que el de defunciones."
y en cómo pueden las personas que estuvieron en un radio cercano al epicentro de la explosión estar afectados por la radiación.
No voy a negar que es una novela dura, pero el autor, a mi parecer, logra con su prosa alejarse de cierto sensacionalismo y que no rehuyas la mirada más allá de lo permisible. Logra Majusi Ibuse captar tu atención desde el primer instante acercándote a la muerte, a las consecuencias de una bomba de tales dimensiones y efectos. Si alguien decide en algún momento saber un capítulo de la historia de la población japonesa, aun siendo de desenlace trágico, es esta una obra totalmente recomendable y que invita a un profundo ejercicio de reflexión.