Ahora bien, si usted plantara semillas de pecado en su vida, ¿qué cosecharía? Por desgracia, el resultado es tan lógico como la consecuencia de sembrar semillas de manzana.
¿Por qué, entonces, es tan obvia la respuesta cuando hablamos de frutas, pero tan evasiva cuando se trata del pecado en nuestras vidas? Muchas personas que se involucran sin restricciones en actividades pecaminosas, se sienten sorprendidas y consternadas cuando descubren las consecuencias desastrosas.
¿Por qué se sorprenden? Probablemente porque nunca piensan que están sembrando semillas de pecado; en vez de eso, se ven a sí mismas simplemente como “pasando un buen rato”.
Esta es una maniobra característica de Satanás. Con la tentación, el diablo ofrece siempre una cosa, pero después da algo totalmente diferente. Lo bueno que creemos que estamos recibiendo se vuelve amargo antes de que podamos disfrutarlo totalmente. Es así porque el diablo no puede dar gozo duradero; lo único que sirve son mentiras y destrucción.
Lea el pasaje de hoy y pregúntese a sí mismo: ¿Estoy plantando semillas de la carne o semillas del Espíritu? ¿Quiero cosechar las consecuencias del pecado, o quiero una cosecha de fruto espiritual?
Simplemente, no hay comparación entre las dos opciones. En realidad, podría decir que es la misma diferencia que hay entre manzanas y naranjas.
(En Contacto)