por Santiago Bilinkis
Mariano Sigman es uno de los más importantes investigadores en Neurociencias de Argentina. No solo por la calidad de su trabajo científico sino por la enorme relevancia de los temas con los que se mete. Hace un par de años dio una interesantísima charla en TEDx sobre la conciencia. Y ahora vuelve a Riesgo y Recompensa con un post invitado sobre otro tema apasionante: usar la neurociencia del ajedrez para aprender sobre el proceso humano de toma de decisiones y en particular, el rol de las “corazonadas”. El artículo fue escrito en conjunto con María Juliana Leone, quien es Doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas y se especializa trabajando en Cronobiología en la Universidad Nacional de Quilmes.
Espero que les guste!
“Ajedrez, corazonadas y toma de decisiones”
La mayoría de la decisiones humanas se basan en heurísticas, soluciones rápidas que emergen de intuiciones y “corazonadas”. Solo en circunstancias muy particulares, resultan de una evaluación exhaustiva y racional. Exactas o aproximadas, las decisiones se deliberan de acuerdo a una función que evalúa qué tan bueno es el estado resultante de cada una de las opciones. El problema – en la economía, en la vida y en la ciencia – es que en general esta función es desconocida. Cuando compramos un auto: ¿cómo ponderar su precio, su seguridad, su comodidad y su estética en un solo numero? En el ajedrez, que Borges y otros tantos han homologado a la vida misma, este problema se resuelve porque hay software capaz de evaluar, de manera exquisitamente precisa (si bien distintos programas o jugadores suelen diferir, esta disonancia es extremadamente pequeña si la comparamos con las evaluaciones de las decisiones de la vida real) el estado de las cosas.
Así es que muchos hemos tomado el ajedrez como un laboratorio natural del pensamiento humano. Consideren las siguientes ventajas:
- El ajedrez se desarrolla en un entorno pero permite la generación de una cantidad virtualmente infinita de estados.
- Como en la vida, los jugadores toman decisiones en una cantidad de tiempo limitada.
- Cada decisión puede ser precisamente evaluada, contrariamente a lo que ocurre en la vida real, donde el resultado de una decisión es ambiguo.
- En la vida real, hay personas que son buenas tomando decisiones y otras que no, pero esto no es fácil de determinar. En cambio en el ajedrez es sencillo.
- El ajedrez se juega en un entorno social, promoviendo todo tipo de emociones sociales (amistad, rivalidad, etc.) que también ocurren en la vida.
Así que armados de un modelo (el ajedrez) y una pregunta (como el cuerpo informa vía “corazonadas” la toma de decisiones) cableamos a buenos ajedrecistas y los pusimos a jugar. Quizás por sobre todo era para nosotros una manera de juntar ciencia y ajedrez, dos pasiones que no habían encontrado aun un territorio común y andaban desagregadas por la vida.
Registramos la actividad del corazón de ajedrecistas (Elo 2021-2216) durante partidas de 15 min, tiempo elegido como un compromiso para poder investigar transiciones en frecuencia cardíaca pero también lo suficientemente lento como para que el jugador pueda recordar retrospectivamente los momentos relevantes percibidos y experimentados durante la partida). Investigamos qué aspectos de la frecuencia cardíaca indexan variables objetivas (la calidad de una jugada) y estados subjetivos, como la concepción de un plan o un momento de cálculo (reportado por el jugador retrospectivamente). En otras palabras, nos permite averiguar si el corazón es un buen diccionario para comunicar los distintos estados del juego.
El ritmo cardiaco aumenta a medida que la partida avanza, como cuando uno corre. Por encima de este patrón general, el corazón de los jugadores de ajedrez late más rápido cuando el adversario comete un error. Esto era previsible, podemos tratar de disimularlo detrás de una cara inexpresiva, pero las emociones fluyen y el corazón lo evidencia poniendo – como en el cuento de Poe (http://es.wikipedia.org/wiki/El_coraz%C3%B3n_delator) - un límite a la opacidad de las emociones.
Pero el otro lado de la historia es el más interesante. El estado de nuestro corazón, ¿puede advertirnos sobre si decidiremos bien o mal? La frecuencia cardíaca (la velocidad con que late el corazón) de un jugador ¿nos informa si está calculando, generando un plan, o en un momento de inspiración?
Resulta ser que sí. Pese a que la frecuencia cardíaca es un marcador muy amplio que integra una gran cantidad de variables fisiológicas, su dinámica es lo suficientemente rica como para revelar episodios del pensamiento. Previo a cada jugada hay una leve disminución en la frecuencia cardíaca en las jugadas correctas que está ausente en las erróneas. De hecho, el cambio en la frecuencia cardíaca durante los segundos previos a la decisión es un buen clasificador (un índice, una firma) para decir si el jugador cometerá realmente un error.
Y ¿qué ocurre con los mecanismos de las decisiones? El corazón ¿puede informarnos si una jugada (una decisión) fue producto de un sacrificio intuitivo heurístico como los que hiciera celebre el campeon del mundo y mitico personaje de Misha Tal (“In my games I have sometimes found a combination intuitively simply feeling that it must be there. Yet I was not able to translate my thought processes into normal human language”) o, en lugar de eso, una línea calculada exhaustiva y racionalmente? ¿Podemos saber qué pensamientos condujeron a nuestro adversario a hacer esa jugada?, ¿estaba calculando o jugando “intuitivamente”?, ¿tenía un plan?. Resulta que las transiciones cardiacas también son reveladoras de estos estados subjetivos, supuestamente privados, de nuestro pensamiento. La frecuencia cardíaca aumenta cuando un jugador está calculando o concentrado en pensamientos estratégicos. Escuchar la voz del corazón llega a sus límites, la señal no es suficiente para discernir entre ambas posibilidades.
Prestar atención a nuestro propio corazón (o al de nuestro oponente) nos permite obtener más información de la que suponíamos. Los elementos del pensamiento no solo están ocultos para nuestros adversarios, sino que frecuentemente lo están para nosotros mismos. En los momentos más intensos de la batalla quizás deberíamos escuchar a nuestro corazón para acceder a nuestro razonamiento más allá de lo que la pequeña ventana de la introspección nos permite.
Autor Santiago Bilinkis
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